26.11.12

Un informe sobre Un informe sobre la banalidad del amor


Hace unas semanas fui al teatro a ver la obra más linda del mundo. No entiendo bien porqué, pero cuando terminó no podía parar de llorar mientras aplaudía. Hay algo en el arte, cosas que no podemos decir con palabras, que nos tocan bien adentro. Son pocas las piezas que lo hacen, pero cuando lo logran nos sacuden cada centímetro del cuerpo. 
“Un informe sobre la banalidad del amor” es una obra de Mario Diament, basada en la relación amorosa entre los filósofos Martín Heidegger y Hannah Arendt. Él, con inclinaciones políticas marcadamente nazis y ella, de origen judío. En los cinco encuentros que se representan (de más está decir que por los magníficos Osmar Núñez y Alejandra Darín) se desarrolla algo más que una simple historia. Cada palabra, cada gesto y cada mirada logran transmitir algo inexplicable. Uno ve la obra y a medida que transcurre siente que algo en su interior va creciendo- o encogiéndose. Es una especie de angustia por la irracionalidad y la imposibilidad de ese amor y al mismo tiempo una esperanza de que el amor triunfará. 
En uno de sus ensayos, Hannah Arendt escribió sobre la “banalidad del mal” y de cómo la condición humana es tan compleja que muchas veces terminamos haciendo cosas malas por el simple contexto en el que nos encontramos. Ingeniosamente, en este informe sobre la “banalidad del amor”, se representa esa falta de sentido que también es común a las relaciones humanas. ¿Cómo puede ser que dos personas se amen de tal forma a pesar de todas sus diferencias ideológicas, políticas? Y al mismo tiempo uno siente empatía por el personaje de Arendt que así como ama, sufre por ese Martín que nunca termina de jugarsela, que se contradice entre lo que hace y dice y que trata de justificarse ante ella con cualquier motivo.
Realmente sorprende lo que transmiten con tanta simpleza. Cuando terminó la obra nos quedamos charlando con Alejandra Darín y en su humildad nos dio un gran consejo “dicen que para ser actor hay que saber mentir… pero al contrario, hay que saber encontrar la verdad”. No puede ser más cierto y no puede haberlo dicho mejor. En especial porque esta obra en particular tiene una verdad entre líneas que es fácilmente aplicable a todas las épocas, más allá de que sea una historia que se dio hace casi 70 años. No es fácil de decir, pero hay una frase que lo resume con simpleza:
“El amor es amoral”.

29.10.12

So you thought you might like to go to the show

A mi papá le encanta la buena música; lo sé porque tiene una biblioteca increíble con Cds de lo que sea, desde rock nacional, pop, reggae, a los orígenes de lo que escuchamos hoy en día, el rock psicodélico y el rock sinfónico. De todo lo que hay descansando en su living, hay una banda en especial que tiene el podio, y lo sé porque tiene toda su discografía  Yo conocía muy pocas canciones, pero tampoco podía negar la grandeza del arte que produjeron, lo inolvidables que son sus temas. Tanto es así, que hoy en día muchos colegios usan uno de sus discos conceptuales para análisis de poesía moderna. 
Sí, estoy hablando de Pink Floyd. Y sí, por supuesto… particularmente de The Wall.
Desde el año pasado que estaba esperando el día que ya tan fugazmente pasó. El gran Roger Waters, voz principal de la banda, vino a Buenos Aires en marzo de este año para dar no 4 shows como se había previsto. Para dar 9 (nueve). Y la realidad es que si daba más, la gente iba a ir igual. Si hay una cosa buena que tenemos los argentinos es que sabemos apreciar la buena música (dejando de lado la cumbia y derivados, por supuesto, ¿no?).
Es indiscutible la perfección de un cd como lo es The Wall, pero más allá de lo que representa y de su mensaje (la alienación del hombre por el mundo capitalista, el sistema que nos reprime, el horror de la guerra), lo que tuvo el show fue mucho más. Nunca hasta el jueves 15 de marzo se me había puesto la piel de gallina desde la punta de los pies a la cabeza. Y era constante, sentía un cosquilleo intenso por los brazos, en la panza, en la espalda. Cuando tocan las primeras notas de “In The Flesh?” se podía sentir al público en éxtasis, viendo el show de fuegos artificiales y el avión que vuela por toda la cancha hasta el escenario. Casi que no tengo palabras; no sabía para donde mirar, y creo que cualquier otra persona que haya ido a verlo me puede entender. Y los que no fueron… bueno, es una lástima. Pero siempre se puede escuchar el cd, obvio. 
El único problema que tengo ahora es que cuando vaya a un recital me voy a imaginar algo como lo que ví esta vez; y no, no va a ser así, porque esto no es normal. Esto fue insuperable, inolvidable.
No puedo explicar cuánto le agradezco a mi papá por haberme enseñado lo que es la buena música, porque sin él yo no hubiera sido una de esas miles de personas que lloró, rió, gritó, cantó y aplaudió sin parar durante 2 horas en el estadio de River. 
Ahora entiendo todo, ahora escucho las canciones y sé que nunca va a ser lo mismo porque con cada nota me voy a acordar de cada segundo de lo que viví en ese recital. Me quedo corta diciendo que la pasé increíble, me quedo corta diciendo todo lo que acabo de decir y me quedo corta también si digo como consejo “escuchen The Wall”. Quizás nos vendría bien a todos escuchar un poquito más de Pink Floyd, no sé de una persona que conozca a fondo su música y no le guste. Pero para mayor entendimiento de lo que acabo de escribir, recomiendo no solo la película basada en el cd (que al ser conceptual ya de por sí cuenta una historia) sino que también recomiendo el siguiente blog, al cual caí de casualidad y me quedé internada leyendo un viernes a la noche: www.thewallanalysis.com 
Si ya conocen el cd, si ya fueron al recital, y/o si ya vieron la película, entren al link que no los va a decepcionar. El hombre que lo escribió tiene un título en literatura. Sabe, y se nota. 
Y para los que no saben de qué hablo y lo que se les viene a la cabeza cuando les digo Pink Floyd es “we dont need no education” y no más que eso… les recomiendo que escuchen un poco su música, pero en serio. Cuesta entenderla, porque es diferente a lo de hoy en día, pero una vez que la incorporamos, es imposible sacársela de la cabeza. 

15.10.12

Pequeñas enseñanzas

¿Acaso alguien entiende lo que es el dolor si no se vive en carne propia? Durante mucho tiempo se levantó todas las mañanas con un malestar en el centro de su ser que no la dejaba respirar en paz, que le permitía solo regalar sonrisas a medias y que la hacia dudar de todo y de todos.
Así vivió mucho tiempo, entre la tristeza y el odio, como en una epifanía en la que se desdibujan la realidad de los sueños. Todo lo que le estaba pasando era como un gran sueño, en donde las personas que la rodeaban no tenían rostro y lo que pasaba nunca era del todo entendible.
Era algo constante. Todos los días abría los ojos con dolor, con la ilusión de que el sol se asomara un poquito más en su vida, y con la esperanza de que alguna mañana lo iba a conseguir. Pero muchas noches llegaron, y su corazón seguía inquieto, en pena, silencioso.
Tal vez sea cierto eso que dicen de que “un clavo saca otro clavo”, pero no fue el caso. Hizo las paces consigo misma cuando por fin pudo separar lo que sentía de lo que no quería sentir, lo que pensaba de lo que realmente pasaba a su alrededor. No fue mágico, no se levantó una mañana de sol brillante y se dio cuenta que todo era parte del pasado. Aun hoy abre los ojos y teme por su corazón- ahora frágil y temeroso- pero lo hace con valentía y con ganas de enfrentarse a lo que le pongan ante ella. No por nada su incentivo era el verse a sí misma fuerte otra vez, regalando sonrisas de oreja a oreja, respirando en paz, siendo libre y estando segura de sus decisiones. “Recordar es fácil para quien tiene memoria; olvidar es difícil para quien tiene corazón”*. Ella no olvidó. Lo que hizo fue aprender.




*Gabriel García Márquez

14.10.12

Juegos Incompletos


Qué bien que se siente, dejarte con las ganas. Estirar la cuerda hasta que no de más y cuando esté por romperse, que sea tu lado el que vuelve hacia el mío.
Qué bien que se siente, cuando ser orgullosa me sale bien. Es como si una mínima dosis de éxito corriera por mis venas, como si una conciencia superior me susurrara al oído: “Felicitaciones, lo hiciste otra vez”.
Es adictivo, es un juego que no puedo dejar de jugar, porque cada vez que venís a mí me sonrío a mi misma por haber aguantado el tiempo necesario sin buscarte yo primero.
Me enseñan que ser orgullosa está muy mal, pero yo prefiero seguir como estoy… simplemente para jugar a estos juegos y para poder respirar tranquila y descansar mis músculos cada vez que los gano.

1.10.12

Santa Historia


Me acuerdo como si fuera ayer de esa noche en la costa uruguaya en que hice una de las tantas preguntas que cambiaría mi vida. En aquel entonces tenía trece años, sabía poco y nada sobre la realidad que me rodeaba, y menos aún sobre el pasado que a todos nos persigue y que- tarde o temprano- nos alcanza.
Iba caminando con una amiga y con mi abuela, y no sé de qué hablábamos antes; solo recuerdo que pregunté: “-¿Qué fue la dictadura militar? ¿Por qué la gente habla siempre del tema?”. Y desde ese momento que mi cabeza repite una y otra vez el momento en que pasábamos por una heladería y mi abuela intentaba explicar, nerviosa, las causas y consecuencias de un período tan oscuro en la historia de nuestra querida Argentina. Las palabras se me entremezclan, y no logro recordar si las ideas que tengo sobre ese momento son realmente de ese momento, o si son detalles que le fui agregando yo por mi cuenta, ya de más grande. Lo que no me olvido es la voluntad de mi abuela por darme un punto de vista neutral. Dijo “ambos lados tuvieron la culpa, ninguno está exento de ella”. Mientras mi amiga hacía preguntas, yo trataba de entender cómo es posible que en un episodio semejante no hubiera un culpable. 
Ahora, quizás, con unos años más encima y muchas conversaciones al respecto con todo tipo de personas, llegué a la conclusión de que en la Argentina las cosas nunca son tan simples como asignar a un culpable y terminar con él. En un país como este, la historia es un entramado eterno de causas y efectos, una red de relaciones de poder y falta de él, un laberinto de anécdotas que hacen- o no- al imaginario colectivo de la sociedad en la que vivimos. Si la historia es difícil de entender, lo es aún más en un lugar como este. 
Quizás los argentinos estamos obsesionados con ella porque nos resulta indescifrable. Quizás soñamos con encontrar la clave que nos haga entender nuestro presente. En esa búsqueda nos encontramos a nosotros mismos, y es por eso que aunque nunca lleguemos a esa clave, el intento nunca será en vano.

24.9.12

Es así


Finalmente comprendía eso que suele decirse sobre la perfección en lo imperfecto. Verlo le producía unas puntadas en el centro del pecho, un repiqueteo del corazón a una velocidad límite. Y si cruzaban miradas… ni hablar.
Quizás le había costado tanto entender todas esas cosas que se dicen porque nunca lo había vivido en carne propia. Sus historias pasadas ya no interesaban a nadie, ni siquiera a ella. Se había roto la maldición del hombre sin rostro. 
Era ese cuerpo, esa alma, o esa unión entre ambos lo que le daba electricidad hasta la punta de los dedos. Alguien lo nombraba y sus sentidos se agudizaban. Sentía su voz y pensaba en poder morir en paz. Ni siquiera lo imaginaba a su lado. Con su felicidad alcanzaba. 
Al final no era tan difícil entender por qué el amor no es egoísta ni debe serlo nunca. Es una verdad que cuesta aprehender, pero una vez que se ama a alguien con tanta pasión, es una idea que se filtra en nuestro ser con la facilidad de un suspiro. 
Tal vez nunca estarían juntos. Tal vez el destino tenía otros planes para ellos. Pero no importaba nada.

17.9.12

¿Solo recordamos lo que nunca sucedió?


Los métodos de evasión de la realidad pueden ser muy efectivos pero a la vez muy peligrosos. Ante ciertas situaciones, la mejor opción que tenemos es crear un ambiente imaginado en el que los problemas no sean tales. O cuando pensamos en alguien, por ejemplo, que nos inventamos encuentros de película.
No hay nada mejor que escapar de lo que nos hace sufrir, o soñar acerca de eso que nos trae felicidad. Todos lo hacemos, porque es parte del ser humano, porque está en nuestro interior y no podemos ir en contra de ello. ¿Acaso nos olvidamos de lo parecidos que somos en el fondo? No debería sorprendernos. Imaginamos mundos posibles porque sin ese mirar hacia adelante nuestras vidas no tendrían sentido. Es fundamental encontrar algo por lo cual luchar; proponernos objetivos y propósitos. Y también es fundamental intentar olvidar aunque sea por un rato las cosas que nos hacen sufrir, porque pensarlas demasiado nunca es bueno. Cuando nos pase algo triste, siempre existirá la posibilidad de dormir, de hacer un viaje, de no hablarlo, de imaginar que las cosas se podrían haber dado de otra manera.
Es natural, es necesario y es inevitable. Pero no siempre es sano. Desde mi experiencia puedo decir que a veces lo mejor es dejar que las cosas sucedan de forma real, y no imaginar la situación ideal acerca de algo, porque cuando no pasa así, nos olvidamos de disfrutar la belleza del momento. Y no es que algo sea bello porque se dio de una forma que nos gustaba, sino que es bello porque es real. Es un recuerdo que existe, porque ocurrió en un tiempo y lugar precisos. No es que solo recordamos lo que nunca sucedió. Es que nos cuesta olvidar lo que nunca sucederá.

22.8.12

The Perks of Being a Wallflower by Stephen Chbosky

"Okay. You take girls, for example. They’re copying their moms and magazines and everything to know how to act around guys.”
I thought about the moms and the magazines and the everythings, and the thought made me nervous, especially if it includes TV.
“I mean it’s not like the movies where girls like assholes or anything like that. It’s not that easy. They just like somebody that can give them a purpose.”
“A purpose?”
“Right. You know? Girls like guys to be a challenge. It gives them some mold to fit in how they act. Like a mom. What would a mom do if she couldn’t fuss over you and make you clean your room? And what would you do without her fussing and making you do it? Everyone needs a mom. And a mom knows this. And it gives her a sense of purpose. You get it?”
“Yeah,” I said even though I didn’t. But I got it enough to say “Yeah” and not be lying, though.
“The thing is some girls think they can actually change guys. And what’s funny is that if they actually did change them, they’d get bored. They’d have no challenge left. You just have to give girls some time to think of a new way of doing things, that’s all. Some of them will figure it out here. Some later. Some never. I wouldn’t worry about it too much.”
But I guess I did worry about it. I’ve been worrying about it ever since he told me. I look at people holding hands in the hallways, and I try to think about how it all works. At the school dances, I sit in the background, and I tap my toe, and I wonder how many couples will dance to “their song.” In the hallways, I see the girls wearing the guy’s jackets, and I think about the idea of property. And I wonder if anyone is really happy. I hope they are. I really hope they are."

30.6.12

-

- Jero… estaba pensando.
- ¿Si?
-¿Por qué crees que es tan difícil no hablar de alguien más en una canción? Siempre se están refiriendo a una persona. ¿Por qué no cantan sobre objetos o sobre la vida o sobre la humanidad?
- Yo canto sobre esas cosas.
- Pero vos sos diferente. Yo hablo de la gente mediocre.
- Debe ser que es más fácil para expresarse. 
- No tiene sentido. Las canciones de amor supuestamente hablan del otro pero es increíble lo egoístas que son.
- El amor es egoísta, Ana.
- ¿Vos crees? ¿No existe amor desinteresado, que sea puramente dar y no esperar recibir nada a cambio?
- Y… no se. Puede ser. Miralo a Dios.
- Pero Dios no se puede ver. Ese es el problema. 
- ¿Alguna vez te enamoraste?
- No se… capaz, sí. No se, creo. 
- Mmmmmm
- ¿Qué?
- Si te hubieras enamorado lo sabrías.
- ¿Qué, vos sí te enamoraste?
- Sí…
- ¿Y qué se siente? 
- Se siente… bien. Qué se yo.
- ¿Pensabas siempre en dar todo y no esperabas nada a cambio? Por lo que veo no te fue tan bien.
- Trato de hacerlo.
- ¡¿De quién estamos hablando Jerónimo?!
- …
- Bueno está bien, no me digas. 
- ¿Sabes que creo yo, Ana? Las canciones de amor son egoístas porque el ser humano es egoísta. Es imposible pensar en ser buenos siempre, que los demás nos tiren mierda y que sinceramente no nos importe. Va en contra de nuestra naturaleza, de nuestro orgullo y amor propio.
- Entonces no crees que exista un amor así.
- No… por lo menos no un amor pasional. Siempre esperamos algo a cambio. Siempre. 
- Qué cagada che.
- Y sí. La verdad que si.
- Pero es que además, ¿por qué cuando nos gusta una persona no podemos ir y decirselo y hacer todo más simple? No tiene sentido. Dicen que las mujeres somos histéricas, pero dale, con estas cosas también tienen que lidiar los hombres. ¿O no?
- Sí, obvio. 
- ¿Por qué somos todos tan complicados? Me pone nerviosa.
- Ojalá supiera... ¡ojalá supiera!
- ¿Qué te pasa?
- Nada… me pesa el orgullo.

3.6.12

Ser comunicadora social


Ser comunicadora social es la mayor felicidad que puedo tener y al mismo tiempo la mayor carga que puedo soportar.  Me hace feliz todos los días porque veo la realidad de otra forma. Un profesor me dijo una vez que madurar es entender mejor la forma en que funciona el mundo. Es sacarse los anteojos ahumados para ver las cosas como son… o al menos como deberían ser.  Me llena y me hace sentir plena, porque leo el diario, veo la tele, escucho la radio y entiendo más por lo que callan que por lo que dicen. Me hace sentir culta, porque sé que si tuviera una comida con el primer ministro húngaro le podría contar historia de su propio país, y no por eso dejar de contarle historia del mío; porque me siento en la mesa con gente mayor y puedo seguir el ritmo de sus discusiones; porque sé un poco de economía, un poco de psicología, de publicidad, de marketing, de derecho… en fín, sé un poco de todo.  Es como tener "un océano de conocimientos, aunque sea de 1 centímetro de profundidad". Me gusta ser comunicadora social porque es estar un paso adelante. Pero es una carga. Es como una cruz que hay que soportar eternamente, es como el hombre de la caverna que vio que vivía en las sombras y después no pudo volver nunca más. Es abrir los ojos, es volver a nacer  y es entender un poquito mejor este mundo tan loco, pero no por eso tener la certeza de que lo podremos mejorar. Da impotencia, porque así como no hay nada mejor que dar ese paso adelante, es angustioso mirar para atrás y ver a todos los que se quedaron sin darlo.  Ser comunicadora social es tener esperanza. Y eso es lo que más allá de la carga que supone me hace querer seguir siéndolo todos los días con orgullo.

19.5.12

Buenos Aires Ciudad III

Mi Buenos Aires querida,
Dirán algunos recitando un viejo tango.
Yo más bien diría Buenos Aires, tan querida y tan odiada.
Sos caprichosa y por eso no te banco. 
Te enseñan a amar a tu patria desde niño, pero no se aprende a amar hasta que no se extraña.
Y es por eso que descubrí que te quiero, Buenos Aires querida y odiada, la primera vez que volví a pisar el suelo argentino después de un largo viaje.
Me acuerdo como si fuera ayer el frío que hacía,
El caos que reinaba en el ambiente,
La desorganización,
Y la falta de ganas de quienes me rodeaban.
Buenos Aires, sos histérica pero me gustás, porque todavía no logro entender cómo es que extrañaba todo eso,
Pero misteriosamente lo extrañaba
Por eso sonreí tímidamente, avanzando entre el caos.
Sos mis raíces y sos mi historia de vida, no puedo quererte sin odiarte aunque sea un poco, porque ¿quién no odia algo de su pasado?
Y tampoco puedo aborrecerte sin quererte otro poquito, porque también me enseñaron desde niña que del amor al odio hay un solo paso.
Camino por tus calles echando semillas por cada baldosa, yendo al futuro, amándote más y volviendo al presente para entenderte mejor.
Sos historia, sos vida, sos paisaje, sos humo, sos ruido, sos gente y bullicio, sos las puteadas de la gente, sos la verdad y la mentira, sos justa pero injusta.
Sos todo.
No sé por qué te quiero tanto y quizás nunca lo sepa.
Algunos podrán quejarse,
Otros directamente tomarán sus valijas para no volver,
Pero yo no puedo abandonarte. 
Así que acá estoy… pisándote fuerte, llorándote, usándote, deseándote y también puteándote por ser como sos.
Pero en fin… amándote.

8.5.12

Quiero ser de verdad

Cuál es el problema si soy un ser que pasará por el mundo sin penas ni glorias? Tiene algo de malo? 
Eso preguntarán los mediocres para sus adentros, por miedo a ser juzgados por sus mentes tímidas con miedo a crecer, que gustan de mimetizarse entre la masa. 
Qué es la masa? Soy parte de ella? Hasta qué punto me condiciona? Cuántas de las decisiones que tomo por día son realmente tomadas por mí y no por lo que se me impone? Quizás seamos todos meras marionetas en el teatro de la vida, unidos al cielo y a la inmortalidad por unas cuerdas tan finas como las que cortan las parcas; y unidos entre nosotros por hilos aún más delicados. Tan delicados, de hecho, que no necesitan filo para romperse. Las palabras por sí solas pueden hacerlo. 
Cómo se puede ser algo y después no serlo más? Miles y millones de cuerpos amándose por convenciones y con reglas, que siguen amándose aunque no se vean más. Cómo estás casado, y después ya no? Cómo pasas de vivir con alguien y compartir tu vida, a no compartir ni el café de la mañana, no compartir ni una mirada ni a sentir un poco de compasión? Quizás seamos todos meras marionetas en el teatro de la vida, unidos a Dios por cuerdas que Él mueve por voluntad propia, cuando lo desea y como lo desea. Y corta hilos y conexiones porque se aburre, y ata y desata otros. Hasta qué punto somos de madera, hasta qué punto nos mueven los engranajes del tiempo y el mundo en general? Cuándo se cortan los hilos? Cuándo nos hacemos de verdad? Se puede? O es simplemente una ilusión que nos enseñaron de chicos? Porque Pinocho sí se vuelve real. Y yo quiero saber si lo soy. 
Quiero saber si soy de verdad porque me intriga saber qué es lo que toco cuando toco a alguien. Quiero saber si es humanidad, si es alma que respira… o si es simplemente carne con potencial de putrefacción.
De muy pocas cosas estoy segura, entre ellas de que las coincidencias no existen. Pero hay un punto medio entre esto y la creencia total de que hay un destino que nos es predeterminado. Es muy complejo organizar al universo y todo lo que en él ocurre de esa forma, porque al intentar quitarle esta complejidad, se produce el efecto contrario. Es imposible reducir todo lo que pasa a la simple existencia de algo mayor que quiso que así fuera. 
Alguien me dijo una vez que pasan muchas cosas raras porque la vida es rara. Quizás las explicaciones simples son las que más felices hacen a aquellas personas que pasan por el mundo sin penas ni glorias. Pero yo no quiero ser una mera marioneta en el teatro de la vida. Yo quiero cortar las cuerdas por mi cuenta y entender el por qué de las cosas que pasan. Llámenme ingenua, llámenme estúpida, complicada, soberbia, inspiradora, pretenciosa, molesta. Pero para mí no buscar explicaciones es ser de mentira.

6.5.12

You should date a girl who reads by Rosemary Urquico

"Date a girl who reads. Date a girl who spends her money on books instead of clothes, who has problems with closet space because she has too many books. Date a girl who has a list of books she wants to read, who has had a library card since she was twelve.

Find a girl who reads. You’ll know that she does because she will always have an unread book in her bag. She’s the one lovingly looking over the shelves in the bookstore, the one who quietly cries out when she has found the book she wants. You see that weird chick sniffing the pages of an old book in a secondhand book shop? That’s the reader. They can never resist smelling the pages, especially when they are yellow and worn.

She’s the girl reading while waiting in that coffee shop down the street. If you take a peek at her mug, the non-dairy creamer is floating on top because she’s kind of engrossed already. Lost in a world of the author’s making. Sit down. She might give you a glare, as most girls who read do not like to be interrupted. Ask her if she likes the book.

Buy her another cup of coffee.

Let her know what you really think of Murakami. See if she got through the first chapter of Fellowship. Understand that if she says she understood James Joyce’s Ulysses she’s just saying that to sound intelligent. Ask her if she loves Alice or she would like to be Alice.

It’s easy to date a girl who reads. Give her books for her birthday, for Christmas, for anniversaries. Give her the gift of words, in poetry and in song. Give her Neruda, Pound, Sexton, Cummings. Let her know that you understand that words are love. Understand that she knows the difference between books and reality but by god, she’s going to try to make her life a little like her favorite book. It will never be your fault if she does.

She has to give it a shot somehow.

Lie to her. If she understands syntax, she will understand your need to lie. Behind words are other things: motivation, value, nuance, dialogue. It will not be the end of the world.

Fail her. Because a girl who reads knows that failure always leads up to the climax. Because girls who read understand that all things must come to end, but that you can always write a sequel. That you can begin again and again and still be the hero. That life is meant to have a villain or two.

Why be frightened of everything that you are not? Girls who read understand that people, like characters, develop. Except in the Twilight series.

If you find a girl who reads, keep her close. When you find her up at 2 AM clutching a book to her chest and weeping, make her a cup of tea and hold her. You may lose her for a couple of hours but she will always come back to you. She’ll talk as if the characters in the book are real, because for a while, they always are.

You will propose on a hot air balloon. Or during a rock concert. Or very casually next time she’s sick. Over Skype.

You will smile so hard you will wonder why your heart hasn’t burst and bled out all over your chest yet. You will write the story of your lives, have kids with strange names and even stranger tastes. She will introduce your children to the Cat in the Hat and Aslan, maybe in the same day. You will walk the winters of your old age together and she will recite Keats under her breath while you shake the snow off your boots.

Date a girl who reads because you deserve it. You deserve a girl who can give you the most colorful life imaginable. If you can only give her monotony, and stale hours and half-baked proposals, then you’re better off alone. If you want the world and the worlds beyond it, date a girl who reads.

Or better yet, date a girl who writes.”

10.3.12

Divina Locura de Robert Zelazny

Acá comparto un cuento que me encanta. Me gustan los interrogantes que plantea sobre el arrepentimiento y las decisiones que tomamos. ¿Qué hacer si se pudiera cambiar el pasado? 




—...yo que lo es Esto, ¿embelesados oyentes como plantarse hace las y errantes estrellas las a conjura pena de frase Cuya?...
Sopló humo por dentro de su cigarrillo y éste se hizo más grande.
Miró al reloj y se dio cuenta que las saetas andaban hacia atrás.
El reloj le dijo que eran las 10:33 yendo hacia las 10:32 de la noche.
Luego le sobrevino aquella especie de desesperación, porque sabía que no podía hacer nada para evitarlo. Estaba atrapado, moviéndose a la inversa por toda la secuencia de acciones pasadas. De algún modo se había pasado por alto el aviso. Normalmente existía un efecto de prisma, un fogonazo de estática rosada, una especie de sopor, luego un momento de percepción elevada... Pasó las páginas de izquierda a derecha, los ojos siguiendo las líneas escritas de final a principio.
¿Énfasis tal comporta pesar cuyo él es Qué?
Impotente, allí detrás de sus ojos, contempló cómo se comportaba su cuerpo. El cigarrillo había alcanzado toda su longitud. Hizo un chasquido con el encendedor, que absorbió la punta encendida, y luego sacudió el cigarrillo apagado y lo devolvió al paquete. Bostezó a la inversa: primero una exhalación, luego una inhalación. No era real... le había dicho el doctor. Era pena y epilepsia conjugándose para formar un síndrome nada común. Ya había sufrido otros ataques semejantes. El Dilantin no le causaba el menor efecto. Se trataba de una alucinación locomotriz postraumática provocada por la ansiedad, precipitada por el ataque. Pero él no creía en eso, no podía creerlo... no después que hubo retirado el libro del atril de lectura, se puso en pie, caminó hacia atrás por la habitación hacia el armario, colgó su bata, volvió a vestirse con la camisa y pantalón que usara durante todo el día, retrocedió hasta el bar y regurgitó un martini, trago fresco tras trago fresco, hasta que la copa se llenó por completo y no se derramó ni una gota. Notó un fuerte sabor a aceituna y luego todo volvió a sufrir un cambio. La saeta grande marchaba por la esfera de su reloj de pulsera siguiendo la dirección adecuada. Se sintió libre para moverse a su voluntad.
Eran las 10:07.
Volvió a beber su martini.
Ahora, si era consecuente con el sistema, se pondría la bata y trataría de leer. Pero en vez de eso se sirvió otra copa. La secuencia no se repetiría. Ahora las cosas no sucederían como creyó que habían ocurrido y desocurrido. Ahora todo era diferente. Y así se venía a demostrar que había sido una alucinación. Incluso la noción que había invertido veintiséis minutos en cada sentido constituía un intento de racionalización. Nada había pasado. No debiera beber, decidió. Puede provocarme un ataque. Soltó una carcajada. Todo el asunto, sin embargo, era una locura. Al recordarlo, bebió.
Por la mañana, como siempre, omitió el desayuno, advirtió que pronto dejaría de ser «por la mañana», tomó un par de aspirinas, una ducha templada, una taza de café y dio un paseo.
El parque, la fuente, las niñas con sus pequeños barcos, la hierba, el estanque... cosas que odiaba; y la mañana, el sol, y los fosos azules alrededor de las impresionantes nubes.
Odiando, permaneció allí sentado. Odiando y recordando.
Sí, estaba al borde del desmoronamiento; entonces lo que más deseaba era lanzarse de cabeza, no seguir correteando medio adentro, medio afuera.
Recordó el porqué.
Pero la mañana era tan clara, tan clara, y todo tan vivaz y marcado, ardiendo con los verdes fuegos de la primavera, allí en el signo de Aries, abril...
Contempló cómo los vientos amontonaban los restos del invierno contra la lejana cerca gris y les vio impulsar los pequeños barcos del estanque para acabar dejándolos descansar en el lodo poco profundo donde aguardaban los niños.
La fuente tendía su sombrilla de frescura por encima de los delfines de cobre verdoso. El sol inflamaba todo cuanto quedaba al alcance de su vista. El viento agitaba una infinidad de cosas.
En enjambre, sobre el cemento, unos pequeños pájaros picoteaban los restos de una barra de caramelo envuelta en papel rojo.
Los volantines sacudían sus colas, caían, remontaban el vuelo otra vez, mientras los niños tiraban de las invisibles cuerdas.
Odiaba los volantines, a los niños, a los pájaros.
Sin embargo, se odiaba aún más a sí mismo.
¿Cómo rectifica un hombre lo que ha sucedido? No puede. No hay un sistema posible bajo el sol. Puede sufrir, recordar, arrepentirse, maldecir u olvidar. Nada más. Lo pasado, en este sentido, es inevitable.
Pasó una mujer. No alzó la vista a tiempo para verle la cara, pero el rubio oscuro y otoñal del cabello, cayéndole hasta el cuello, la línea suave y firme de las medias de malla, surgiendo por debajo del dobladillo de su abrigo negro y por encima del adecuado repiqueteo de sus tacones, le dejó sin aliento y le hizo clavar los ojos en su cimbreante caminar, en su postura y... en algo más, como si pusiera una especie de rima visual a sus pensamientos.
Medio se levantó del banco cuando la estática rosada le golpeó las pupilas y la fuente se convirtió en un volcán que escupía arcos iris.
El mundo se quedó congelado y pareció como si se lo sirvieran en una copa de helado.
…La mujer volvió a pasar ante él y bajó la vista demasiado pronto para verle la cara.
Comprendió que el infierno comenzaba otra vez cuando los pájaros cruzaron el cielo volando hacia atrás.
Se entregó a la merced del fenómeno. Dejó que aquello le dominara hasta que se rompiera, hasta que lo empleara todo y no quedara ningún resto.
Aguardó allí, en el banco, contemplando como «desnacían» las salpicaduras a medida que la fuente sorbía dentro de sí sus chorros de agua, haciéndoles describir un gran arco por encima de los inmóviles delfines, y cómo los pequeños barcos navegaban hacia atrás cruzando nuevamente el estanque y cómo la cerca se desvestía en trocitos de papel, y los pájaros devolvían la barra de caramelo a su envoltura roja, pedacito a pedacito.
Sólo sus pensamientos permanecían inviolados; su cuerpo, en cambio, pertenecía a la ola que se retiraba.
Al rato se levantó y caminó hacia atrás hasta salir del parque.
En la calle un muchacho se le cruzó caminando de espaldas, «desilbando» retazos de una melodía popular.
Subió la escalera, también de espaldas, hasta llegar a su apartamento, empeorando su dolor de cabeza a cada instante, «desbebió» su café, se «desduchó», devolvió las aspirinas y se metió en la cama sintiéndose terriblemente mal.
Dejemos que así sea, decidió.
Una pesadilla apenas recordada pasó en secuencia inversa por su mente, proporcionándole un inmerecido final feliz.
Era de noche cuando despertó.
Estaba muy borracho.
Retrocedió hasta el bar y comenzó a escupir sus bebidas, una a una en la misma copa que había utilizado la noche anterior y volvió a meter el líquido en sus respectivas botellas. No tuvo dificultad alguna en separar la ginebra del vermouth. Los mismos licores saltaron por el aire mientras mantenía las botellas descorchadas por encima del mostrador.
Y a medida que ocurría todo esto se iba sintiendo menos borracho.
Luego se plantó ante su primer martini y eran las 10:07 de la noche. Allí, inmerso en la alucinación, meditaba en otra alucinación. ¿Rizaría el rizo del tiempo, adelante y atrás otra vez, a lo largo de todo su ataque anterior?
No.
Era como si eso no hubiese ocurrido, como si nunca hubiera sido.
Continuó el retroceso de toda la velada, deshaciendo cosas.
Descolgó el teléfono, dijo «adiós», desdijo que no iría a trabajar mañana, escuchó un momento, recolgó el teléfono y lo miró mientras sonaba.
El sol salió por el poniente y la gente conducía sus coches en marcha atrás hacia su trabajo.
Leyó el boletín meteorológico y los titulares, dobló el periódico de la tarde y lo colocó en el suelo del pasillo.
Era el ataque más largo que jamás había tenido, pero no le importaba en realidad. Se sentó cómodamente y presenció como el día se devanaba a sí mismo hasta desembocar en la mañana.
Le volvió la jaqueca a medida que el día se hacía más pequeño y el dolor era terrible cuando volvió a acostarse.
Al despertar en la noche anterior, la borrachera que tenía era impresionante. Rellenó dos de las botellas, las tapó, les puso precinto. Sabía que las llevaría pronto al establecimiento donde las había comprado y se reembolsaría el dinero pagado.
Mientras permanecía sentado aquel día, su boca «desmaldecía» y «desbebía» y sus ojos «desleían», sabiendo que los coches nuevos estaban siendo reembarcados con destino a Detroit y desmontados, que los cadáveres despertaban de sus camas mortales y que todos en el mundo obraban hacia atrás sin saberlo.
Quiso soltar una risa, pero no pudo dar la orden a su boca.
«Desfumó» dos paquetes y medio de cigarrillos.
Luego le sobrevino otra jaqueca y se fue a la cama. Más tarde, el sol se puso por el oriente.
El alado carro del tiempo desfiló raudo ante él mientras abría la puerta y decía «adiós» a los que le habían dado el pésame y estos le recomendaban que se resignara, que no pensara demasiado en la pérdida.
Y lloró sin lágrimas al darse cuenta de lo que iba a suceder.
Pese a su locura, sufría.
...Sufría, mientras las horas circulaban hacia atrás.
...Inexorablemente hacia atrás.
...Inexorablemente, hasta que supo que tenía el tiempo al alcance de la mano.
Rechinó los dientes mentalmente.
Grande era su pena, su odio, su amor.
Llevaba su traje negro y «desbebía» copa tras copa, mientras en alguna parte los hombres recobraban las partículas de arcilla, formando montones en sus palas para «desexcavar» la tumba.
Hizo retroceder su coche hasta la funeraria. lo estacionó, subió en la limosina.
Todos regresaron caminando de espaldas hasta el cementerio.
Se plantó entre sus amigos y escuchó al sacerdote.
—polvo al polvo; cenizas a las Cenizas —dijo el hombre, cosa que suena igual tanto si se dice al derecho como al revés.
El ataúd fue devuelto al coche fúnebre y éste regresó a la funeraria, donde el féretro quedó reinstalado en la capilla ardiente.
Permaneció sentado durante todo el servicio de difuntos y volvió a casa y se «desafeitó» y se «descepilló» los dientes y se fue a la cama.
Despertó y volvió a vestirse de negro y regresó a la funeraria.
Las flores habían vuelto todas a su lugar.
Los amigos, con rostro solemne, «desfirmaron» los pliegos de firmas de condolencia y le «desestrecharon» la mano. Luego entraron para sentarse un momento y mirar el ataúd cerrado. Después se fueron, hasta que se quedó solo con el maestro de ceremonias de la funeraria.
Luego estaba más solo todavía.
Las lágrimas le subían por las mejillas.
Su traje y su camisa volvían a estar planchados y crujientes.
Retrocedió hasta su casa, se desnudó, se despeinó. Luego el día se desplomó alrededor de él hasta dar con la mañana y regresó a la cama a «desdormir» otra noche.
La tarde anterior, cuando despertó, se dio cuenta de hacia dónde se encaminaba. Ejercitó toda su fuerza de voluntad en un intento de interrumpir la secuencia de acontecimientos.
Fracasó.
Deseaba morir. Si se hubiera suicidado aquel día no estaría ahora retrocediendo hacia aquello.
Había lágrimas en su mente al percibir el pasado que yacía a menos de veinticuatro horas ante él.
El pasado lo estuvo acechando durante todo el día mientras «descompraba» el féretro, el nicho y los accesorios.
Luego se encaminó a casa y a la mayor resaca de todas las conocidas y durmió hasta que se despertó y «desbebió» vaso tras vaso y luego regresó al depósito de cadáveres y retrocedió en el tiempo hasta colgar el teléfono en aquella llamada, aquella llamada que había venido a romper...
...El silencio de su cólera con su sonido.
Ella estaba muerta.
Ella yacía en alguna parte, entre los fragmentos de su coche, accidentado en plena autopista 90.
Mientras paseaba, «desfumando», sabía que ella estaba desangrándose.
...Luego muriendo, después de estrellarse cuando viajaba a 130 kilómetros por hora.
...¿Vivía entonces?
¿Se rehizo luego, junto con el coche, y recuperó la vida, se levantó? ¿Estaba ahora volviendo a casa a una tremenda velocidad y en marcha atrás para dar un portazo y abrir la puerta antes de su discusión final? ¿Para «desgritarle» a él y verse «desgritada»?
Lanzó un alarido mental. Se retorció las manos imaginativamente.
No podía detenerse en este punto. No. Ahora no.
Toda su pena y todo su amor y el odio por sí mismo le habían hecho retroceder hasta tan lejos, hasta casi el momento...
No podía terminar ahora.
Al cabo de un rato ingresó en la sala de estar, las piernas marcando los pasos, los labios maldiciendo, él mismo esperando.
La puerta se abrió de «un portazo».
Ella le miraba con fijeza, el maquillaje estropeado, las lágrimas en las mejillas.
—!infierno al vete Entonces¡ —dijo él.
—!marcho Me¡ —anunció ella.
Ella, retrocediendo, cerró la puerta.
Colgó su abrigo con prisa en el ropero del recibidor.
—...mí de eso opinas Si —dijo él, encogiéndose de hombros.
—!ti por preocupas te sólo Tú¡ —gritó ella.
—!criatura una como comportas Te¡ —saltó él.
—!sientes lo que decir podrías menos Al¡
Los ojos de ella llamearon como esmeraldas en medio de la estática rosada y volvió a estar adorablemente viva. Mentalmente, él estaba bailando.
Se produjo un cambio.
—¡Al menos podrías decir lo que sientes!
—Lo siento —dijo él, tomándole la mano con fuerza para que no pudiese soltarse—. Nunca podrás imaginarte cuánto lo siento.
—Ven aquí —dijo después.
Y ella obedeció.

29.2.12

El rayado siempre fue el más rayado

“Es sabido que el Rayado siempre sale último en las Olimpíadas, pero este año les vamos a probar lo contrario a todos”. Los chicos del equipo nos miraban a los capitanes con un dejo de timidez; los más grandes con bastante vergüenza. 
Estas olimpíadas fueron un antes y un después. Recién ahora puedo entender a personas que cada año esperan a este gran evento. Yo sabía que eran importantes, pero simplemente iba por compromiso social, porque había gente conocida y porque me divertía ver los juegos. Ahora entiendo lo que es disfrutar del deporte. Más allá de la satisfacción de ganar o la tristeza de perder, un equipo crea compañerismo mutuo entre cada uno de los que lo forman. 
Los niños son transparentes, son puros, y te aman o te odian. Y se nota. A nosotros nos amaron y lo demostraban con cada gesto, con cada palabra sutil o comentario que creían que nosotros no escuchábamos. Fue un honor hacer sentir orgullosos a los integrantes del equipo. Desde cada festejo con cada victoria o derrota, hasta con los “bautismos” a los integrantes del equipo mojándolos de pies a cabeza. Hace mucho que no era una niña otra vez. Hace mucho que no me dejaba llevar tanto por querer divertirme. Hace mucho que no era tan feliz. 
Con cada juego mi amor por el equipo iba creciendo, y mi cariño por los chicos del equipo se hacía más grande. Desde los que venían y me abrazaban cada vez que ganaban algo, hasta los que aplaudían callados desde un costado con orgullo puro en el rostro, tratando de ocultar su felicidad. Hacia el final, en la cinchada, el juego más importante por ser el último y asimismo el más representativo del espíritu de las Olimpíadas, ya no podía contener la emoción. Haber ganado ese juego y salido primeros de entre 16 equipos tirando de la soga es un claro reflejo de lo que se creó como grupo humano en el curso de esas 48 horas. 
Me quedo con las caras de cada uno de los integrantes del equipo, con sus risas y sonrisas, con sus abrazos y con sus comentarios de por qué no habíamos ganado nosotros el premio a los mejores capitanes. Hacer felices a los demás trae más felicidad propia de lo que es posible imaginarse. 
Definitivamente les probamos lo contario a todos, salimos 4tos. Con medalla y todo, ¿qué tal? Pero lo que más me llena el alma es haber compartido esta experiencia con las personas que quiero, mis amigos de toda la vida. Haber salido con tan buen puesto no fue más que un bonus por lo bien que la pasamos. Tenemos un grupo de amigos excelente, somos diferentes y en el mejor sentido posible se lo mostramos a todos. No nos interesa lo que piensa el resto, simplemente buscamos divertirnos y divertir a los demás. Había otros 15 equipos con bombos, redoblantes y petardos, pero ninguno nos pudo callar en ningún momento. El ruido que hacíamos era más que el que se escuchaba con los oídos. Era la amistad que perdura, el compañerismo encarnado, y más que nada, el orgullo de ser fatimenses.