12.6.15

A veces no alcanzan las palabras, pero se hace lo que se puede

En verdad no se que decir; cuando la felicidad es tan grande las palabras se quedan cortas. Cuando el corazón parece explotar porque no sabe cómo agradecer, se roba todas las posibles frases. 

Vamos a intentar: gracias, a quien corresponda: a una entidad superior, a los genes, a nuestros antepasados, al destino, al dios de las casualidades, a todos y a ninguno de ellos; gracias por mi sangre. 

Gracias porque me veo obligada a querer a un grupo de personas que están tan locas como yo, o más, y esa obligación la veo como un deber y un privilegio al mismo tiempo. 

Un día mediocre se volvió un día que me voy a acordar para siempre. 

Es la sangre, hay algo que compartimos, hay unas ataduras invisibles que no me dejan estar separada de ellas por mucho tiempo. Dicen que son las hermanas del alma, pero cómo se explica también que entre nosotras haya tres pares de hermanas y sin embargo todas sigamos eligiendo vernos, juntarnos, reír y llorar en grupo?

Tiene que ser la sangre porque cómo puede ser que las mismas cosas que me molestan de gente de afuera las veo en ellas y me hacen querer abrazarlas? Es, mentalmente, la idea de una conexión que va más allá de todo. Las quiero a cada una por separado, y las quiero en grupo, en conjunto. 

Me llena el alma que cada una tenga su espacio, que nos podamos divertir y llorar, todo en una misma tarde; que cuando se trata de consejos todas somos expertas porque hablamos desde el corazón, y hablamos de cosas que todas conocemos y compartimos. Me hace feliz ver a cada una entusiasmada por compartir un pedacito de su vida con las demás, y encima que mire con ojos atentos a la espera de un buen consejo. Me hace feliz, también, sentir que hay un lugar en el que puedo ser yo misma sin restricciones ni condiciones. Que a pesar de las edades, estamos todas a la misma altura y nos respetamos en todo. 

Y en el fondo, si lo pienso bien, los agradecimientos son bien simples: las gracias tienen que ir a cada una de ellas, mis primas (+ una "tía").