30.9.14

Sobre talentos y valentía

Lo más lindo de escribir no es escribir.

Soy un homo-typographicus, nací para esto y moriré por esto.

La esencia está en el movimiento del alma; en lo que produce dentro de nosotros la coreografía de dedos danzantes sobre el teclado, o el ballet delicado de manos expulsando fluidos sobre el papel.

Escribir no es tal verbo; escribir es un estallido de confeti interior, un gerundio perpetuo de estar-siendo-feliz-y-cagándose-en su uso-incorrecto.

Y la importancia no reside en el orgasmo auditivo; el valor está en el ímpetu espiritual.

No interesa que esté bien articulado, o que esté bien redactado. El precio incalculable de un escrito viene dado a priori: porque nace de un corazón formado de historias, lágrimas y latidos.

 Poner en palabras una realidad interna que nos sacude, que nos desvela por las noches y nos ayuda a despertarnos por las mañanas, es un don. No nos concierne la forma: lo que siempre nos debe llegar es el contenido.


Escribir es un acto de valentía más que un acto de comunicación, y simplemente por eso debería ser precioso a los ojos de todos.

29.9.14

Destellos de una mente en formación

Julia tenía nueve años y los fuegos artificiales le daban un poco de miedo. Lo disimulaba con una gran sonrisa, pero en el fondo el corazón le latía a mil por hora cada vez que los sentía cerca. Historias sobre cómo había que tener cuidado se le habían metido y no parecían irse. Había viajado por primera vez a Estados Unidos y allá festejaban el día de la independencia el 4 de julio.

“Para ellos es re importante el día de la independencia, es como festejar Navidad o Año Nuevo”, le explicaba su mamá. Julia no entendía cómo ni por qué, pero decidió que era divertido porque era una excusa para hacer un programa de noche en familia.

A las 7 de la tarde empezaba una seguidilla de fuegos artificiales de media hora a un costado del puente que conectaba la isla con el resto del continente. A los costados, desde casi una hora antes, familias enteras se acomodaron para poder tener una buena vista del espectáculo. Guardias y policías controlaban el tráfico, a lo lejos se escuchaban festejos y música. La expectativa era cada vez más alta, y en el horizonte ya se vislumbraban unos cuantos shows de ciudades vecinas.

En realidad, Julia no podía aguantarse las ganas para ir a Disney. En ese momento lo único que le importaba- o lo único que creía importarle- era sacarse una foto con la princesa Elsa, de Frozen. Sumergida en su imaginación, tratando de memorizar lo que le diría en inglés cuando la viera, saltó en su lugar cuando los fuegos empezaron a aturdirla justo encima de ella.

Sus papás la abrazaron, uno de cada lado, y los tres juntos se dejaron hipnotizar por la magia que se desplegaba frente a su vista. Se hizo el silencio todo a su alrededor, los autos que pasaban por el puente quedaron silenciados, como en una procesión funeraria. La luz llegaba antes que el sonido, y a Julia le costaba entender eso, pero decidió guardarse la pregunta para cuando hubiera terminado. Interrumpir el ritual o apartar la vista no eran opciones.

Pasados unos veinte minutos, Julia perdió el miedo al impacto del sonido y se dejó llevar por la danza de esa dinamita multicolor. Se preguntó por qué en la Argentina nadie festejaba de esa forma el día de la independencia. Recordó todas las veces que sus papás hablaron mal de "los políticos" y que resoplaron mientras hojeaban el diario. Julia sintió que Estados Unidos era un país más serio, más influyente, más grande, más todo. Un malestar le recorrió el cuerpo; la sensación de vértigo ante tanta incertidumbre y la única convicción de que su país nunca lograría tener a tanta gente juntándose espontáneamente o por tradición para ver unos fuegos artificiales-pagados por el municipio del barrio- y que encima de todo eso no ocurriera ningún accidente. La duda la arrasó: ¿era pesimismo? ¿O madurez y cordura de aceptar las cosas como son? Entendió que la excitación de otros niños por ese festejo en realidad iba más allá del valor simbólico. La tradición, se dio cuenta, es lo más importante que hay. Ciertas cosas deben repetirse para poder seguir existiendo. Y no importa que un estadounidense llegue a su vida adulta sin saber demasiado sobre la historia de su país: lo que importa es que cuando ve la bandera rayada y con estrellas siente orgullo, aunque no sepa explicarlo. Porque es un sentimiento, y los más fuertes son los que no sabemos poner en palabras. Y un niño que será padre de familia va a ser el que lleve a sus hijos a festejar el 4 de julio 16 años más tarde y cuando ellos le pregunten qué es el 4 de julio, si es que lo hacen, él va a sonreír y les va a responder que es el momento del año en el que se celebra ser parte de algo tan lindo y tan grande.

Eso fue lo que pensó Julia, pero teniendo 9 años, le faltaron las palabras para poder decirlo en voz alta.

-"Y, ¿te gustó?", le preguntó su papá.


-"Sí"- respondió ella todavía mirando las cenizas en el cielo- "Mucho... ¿Podemos ir a tomar un helado?"

19.9.14

Máscaras de sal

Después de una serie de noches de vida y días de muerte, llegué viva al domingo. Mi boca, seca. De madera. Una rendija de luz se escapaba por la persiana, pero el resto era oscuridad. Mucha ropa descansaba en las sillas del cuarto, zapatos embarrados y medias usadas desparramados por el piso.

Me desperté con un grito y un golpe. Venía soñando con una calle sin fin, en una oscuridad y una niebla frondosa que se me acercaban más y más; y yo que quería alejarme y cuando intentaba mover los pies, no avanzaba. El grito- no sé si realmente pasó- me hizo saltar de la cama con un escalofrío. El corazón me latía más fuerte de lo normal. Mi cuerpo estaba destruido. Algo andaba muy mal.
Camino al baño, en el pasillo de casa, hay un espejo. Me paré para lavarme los dientes y equivocadamente me miré en él. No me encontré. En cambio, vi una cara que me llenó de terror, que me hizo estremecer hasta las entrañas. Volví sobre mis pasos para encontrarme con un rostro que no me pertenecía.

Permanecí unos segundos dejando que el miedo me invadiera, y cuando lo hizo, me toqué los cachetes con mis manos temblorosas. La piel que me cubría no se sentía como la mía. No era la resaca, no era el resultado de muchas noches de frenesí. Simplemente no era yo. Me clavé las uñas con fuerza en la frente, en la nariz, en la pera, en los párpados.

Corrí a la cama y miré al techo, confiando en que era un sueño engañoso y todavía me quedaba despertarme. No hubo caso: los minutos pasaban de forma real, lentos, rígidos e inexcusables. El pánico se sentía verdadero. Fui al espejo del baño, pero otra vez: una desconocida me miraba fijo a los ojos. Sentí un escalofrío correr por mi espalda. Náuseas. Mareos. Inodoro. Lágrimas y sudor frío.


Me di una ducha, porque alguien me dijo una vez que el agua lava todo lo que creemos no poder cambiar. Mi cuerpo seguía siendo el mismo, solo que mi cara era otra. Busqué las fotos del día anterior: todavía era yo a las 5 de la mañana. ¿Qué había pasado en el medio? ¿Cuándo había perdido mi cara? ¿Quién me había puesto esta horrible máscara? No sabía cómo sacármela. Y en el momento más oscuro me tapé con la almohada y lloré con congoja, y con vergüenza, porque supe que ese rostro horrendo me lo había puesto yo sola. 

5.9.14

Té para uno; té para mi

Refugiada sobre el diván pensé en vos y medio me cayó una lágrima, medio me hiciste sonreír. Todos comentan cosas en Facebook y yo también lo hago pero en el fondo quiero gritar que no sirve de nada, que lo que importa acá es tu música y lo que nos dejaste, las vidas que tocaste y cómo usaste tanto amor como puente de tantas maneras distintas, impensadas.

Mi trasgresión es procurar tenerte cuando todos quieren hacerlo. Ya sé que no se puede y que sos parte de todos pero ¿Cómo explico lo mucho que me dejaste? ¿Cómo cuento la cantidad de veces que tus canciones tristes me hicieron sentir mejor? O las muchas maneras en las que te amé, te soñé, te admiré y hasta te odié por no entenderte. Cómo me pasé la vida imaginándote. Y también todos esos momentos en los que redescubrí una canción tuya, como si fuera nueva, con mente, oídos y corazón renovados. Contame cómo le explico al mundo la genialidad de tu arte, que expresabas sentimientos a través de melodías, para después ponerle las letras, y que por eso a veces son tan inentendibles. Que mezclabas sonidos digitalmente cuando nadie llamaba a eso hacer música y hoy, veinte años más tarde, es la forma más común de producir. No se tampoco cómo contar sin vergüenza que cuando escucho tu voz busco perderme más, dejar que la tierra tiemble. 

Qué se yo, diría un millón de cosas más, pero lo que vale está todo puesto en palabras tuyas. Hace cuatro años ya que venías alejándote de la ciudad de la furia, convirtiéndote en un hombre alado. ¿Extrañas la Tierra? Porque acá te extrañamos mucho. Me tocaste el alma de maneras especiales; me susurraste al oído secretos bien guardados. La tinta no secó, y al menos en mi corazón ya no queda nada por decir: solo creer y amar. Tu música, tus letras y tu voz combinadas me hacen sentirte un poquito más cerca, aunque quizás saber que ya no estás más de la forma en que te conocía me hace querer callarme, porque en esta vida entiendo todo menos la distancia, y porque los espasmos después del adiós siempre quedan. Ayer murió lo que quedaba de esperanza, por imposible e irracional que fuera, ¿entendes? Desde ayer hablamos de tu legado en tiempo pasado, sin posibilidad de transformarse, estático, solo capaz de cambiar cuando el mundo cambie.


Pero pensándolo bien, te digo un secreto: no importa el tiempo verbal. Tu pasión del porvenir era la eternidad, y la tenes. Creeme que la tenes. No importa lo que hiciste en vida, porque en la muerte tu música sigue estando, y qué es la música sino la esencia más visible de lo que podemos llegar a ser. Te voy a amar siempre… y como vos lo dijiste, siempre es hoy. Así que no importa que nos refiramos a tu persona en lo que pasó y en lo que fue. El misterio es contradicción y hoy esa contradicción no está más. Gus, vos no te fuiste. Te quedaste aquí. 

2.9.14

Reptar

Ser la niebla más oscura posible
Y la tormenta perfecta
Que te persigue.

Ser la peor pesadilla
Que llega cuando queres un buen sueño
Pero no.

Yo repto,
Vos volá.
Yo soy
Una serpiente.

Lo que seduce
Y te lleva a donde no debes ir.
Ser eso.
¿Eso queres?

Mirate el alma.
Mirame fijo a los ojos.

Y jurame que no te gusta el peligro.