15.3.15

El ser y la nada

Un barco navega en el sol. Pájaros lo siguen, huérfanos, o hambrientos de comidas lujosas. El pájaro se come al pez.

No se sabe bien dónde termina el sol y en dónde comienza la oscuridad, pero de este lado del paredón ya hace frío. Las nubes están cortadas a cuchillo por debajo. Desde arriba florecen, se multiplican, se enroscan y buscan llegar al infinito.

El deporte y el arte son los lenguajes universales, transgeneracionales. Rompen con las barreras de la cotidianidad, borran lo aparentemente estructural, atraviesan paredes invisibles de concreto con la fuerza de un misil.

El murmullo constante de las olas me hace creer que alguien está abriendo una gaseosa gigante. La espuma se forma y se deforma, es transparente y blanca a la vez, es el ser y la nada.

Mi mente es el océano. Mi consciencia palpable, la orilla. Quiero que estos bocetos que navegan por mi cabeza tengan la fuerza del mar, quiero hacerlas surgir de lo más profundo de mi ser. Quiero que mis ideas escondidas toquen tierra firme y se conviertan en palabras. Quiero ver lo que hice y descubrirme a mí misma haciéndolo.

El placer de escribir está en escribir, no en el resultado. El juego libre, sin metas, sin fechas límite ni voces que juzgan; eso es ejercer este arte. 

Si pudiera barrer el horizonte y fundir el azul del mar con el celeste que lo aplasta, si pudiera agarrar las olas y acariciarles el lomo con las yemas de mis dedos. Si pudiera tomar en mis manos a los pájaros que sobrevuelan y coreografiar sus movimientos. Si pudiera, si tan solo pudiera… 

Todo eso nunca llegó a ocurrir, y sin embargo acaba de existir. 
Todo eso es la nada, y el ser. Fundidos e inseparables.
De alguna extraña manera, solo imaginar lo hace más bello (¿y más real?)