26.8.14

Una flor amarilla

Me encontré con unos peruanos a los pies de tu tumba, y me preguntaron si era pariente tuya. “Del maestro”, se refirieron. Sonreí y negué con la cabeza. Cómo me gustaría saber mentir mejor. Pasa que me encontraron sentada con la mirada fija en tu nombre. No sé si me escuchaste, pero te estaba confesando mi amor.  

“Es un hombre muy querido, mucha gente lo visita. Y venía seguido por acá. Yo lo conocí una vez. ¡Era tan alto! Un tipo muy simpático. Pero lo vi solo una vez, hace más de 30 años…”. Eso dice un desconocido parado al lado mío. Ya olvidé en qué idioma. 

Uno de los peruanos saca un cepillito de lavar de su bolsillo y se pone a buscar algo.

-Aquí detrás de esta tumba hay un bidón.

-Bueno que me permita el señor… Ducart, que en la muerte todos compartimos todo.

Agarra el bidón y tira el agua sobre el mármol blanco. Con el cepillo se pone a limpiar los mensajes de quienes no encuentran otra forma de agradecerte: “Gracias por enseñarme a subir una escalera”, “qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos”, “después de ti me he quedado en un eterno abril”, “gigante de América Rayuela de luz”.

"¿Cómo van a profanar así una tumba? Los jóvenes de hoy han perdido el respeto".

Yo solamente sonrío y asiento con la cabeza, pero en realidad le quiero decir que no importa lo que se ve desde afuera, no importa si tu tumba es horrible o si está toda escrita. Lo que importa es la esencia, el contenido, lo que representa. Lo que importan son los cronopios y las famas (o bueno las famas no tanto) y Alina Reyes y La Maga y El Club de la Serpiente y las babas del diablo y Luc y la señorita en París y Delia Mañara y el axolotl y el sillón de espaldas a la puerta mirando a la ventana y el accidente de moto que terminó boca arriba en un ritual indígena y los seis Félix elegidos en la OCLUSIOM y el oso de las cañerías y todas las instrucciones que nos dejaste sobre cómo realizar las más simples tareas.

Importa que le conté sobre vos a mi abuelo, que creía no interesarle tu locura, y se vio atrapado en ella al igual que yo, con 70 años. Lo que importa es que te conocí cuando yo tenía 15 y sentí que me pegaban un tiro en la frente cuando leí Casa Tomada.

Les saqué foto a los peruanos, ellos me sacaron foto a mí. En realidad, no tiene importancia. ¿Cuál es la gracia de tener una foto al lado de una piedra que tapa a un cadáver? Nada, no tiene ninguna gracia. Me sentí más cerca tuyo leyendo Rayuela.

No me interesa mucho quién fuiste o cómo viviste, si eras verdaderamente argentino de corazón o no. Solo me importa todo lo que nos dejaste; lo que me dejaste.  

Por ahora, a vos te dejo esto. Y allá en Montparnasse te dejé una flor amarilla cualquiera. Estoy condenada, yo me voy a morir un día para siempre, como vos. Pero mientras tanto, qué linda es esta vida con tu literatura . 

1.8.14

Sobre mi obsesión con las necrópolis

Es la solemnidad de sus calles laberínticas
O el arte de mármol inmortal.

Miles de historias encerradas entre paredes
Para siempre
Prisioneras de algún lugar.

Famosos e infames
En eterno descanso
En vecindad.

No es la muerte lo que me llama
Son las vidas
Que vivieron.

Y no es el morbo fascinante lo que me atrae
Ni una obsesión con los cuerpos inanimados.
Es la paz.

Caminar entre los olvidados
Es recordarlos
Traerlos devuelta a la vida.

Inhalar y exhalar muerte y sopor
Entre pobres diablos escondidos
Me hace sentir más viva que nunca.

Las necrópolis son ciudades abandonadas
En donde fantasmas se esconden entre mausoleos, criptas y cenotafios
Susurrándome sus secretos.

Los cementerios están construídos sobre el respeto inquebrantable
Se sostienen en la meditación más profunda 
Y guardan el más sagrado y perfecto silencio.