29.10.12

So you thought you might like to go to the show

A mi papá le encanta la buena música; lo sé porque tiene una biblioteca increíble con Cds de lo que sea, desde rock nacional, pop, reggae, a los orígenes de lo que escuchamos hoy en día, el rock psicodélico y el rock sinfónico. De todo lo que hay descansando en su living, hay una banda en especial que tiene el podio, y lo sé porque tiene toda su discografía  Yo conocía muy pocas canciones, pero tampoco podía negar la grandeza del arte que produjeron, lo inolvidables que son sus temas. Tanto es así, que hoy en día muchos colegios usan uno de sus discos conceptuales para análisis de poesía moderna. 
Sí, estoy hablando de Pink Floyd. Y sí, por supuesto… particularmente de The Wall.
Desde el año pasado que estaba esperando el día que ya tan fugazmente pasó. El gran Roger Waters, voz principal de la banda, vino a Buenos Aires en marzo de este año para dar no 4 shows como se había previsto. Para dar 9 (nueve). Y la realidad es que si daba más, la gente iba a ir igual. Si hay una cosa buena que tenemos los argentinos es que sabemos apreciar la buena música (dejando de lado la cumbia y derivados, por supuesto, ¿no?).
Es indiscutible la perfección de un cd como lo es The Wall, pero más allá de lo que representa y de su mensaje (la alienación del hombre por el mundo capitalista, el sistema que nos reprime, el horror de la guerra), lo que tuvo el show fue mucho más. Nunca hasta el jueves 15 de marzo se me había puesto la piel de gallina desde la punta de los pies a la cabeza. Y era constante, sentía un cosquilleo intenso por los brazos, en la panza, en la espalda. Cuando tocan las primeras notas de “In The Flesh?” se podía sentir al público en éxtasis, viendo el show de fuegos artificiales y el avión que vuela por toda la cancha hasta el escenario. Casi que no tengo palabras; no sabía para donde mirar, y creo que cualquier otra persona que haya ido a verlo me puede entender. Y los que no fueron… bueno, es una lástima. Pero siempre se puede escuchar el cd, obvio. 
El único problema que tengo ahora es que cuando vaya a un recital me voy a imaginar algo como lo que ví esta vez; y no, no va a ser así, porque esto no es normal. Esto fue insuperable, inolvidable.
No puedo explicar cuánto le agradezco a mi papá por haberme enseñado lo que es la buena música, porque sin él yo no hubiera sido una de esas miles de personas que lloró, rió, gritó, cantó y aplaudió sin parar durante 2 horas en el estadio de River. 
Ahora entiendo todo, ahora escucho las canciones y sé que nunca va a ser lo mismo porque con cada nota me voy a acordar de cada segundo de lo que viví en ese recital. Me quedo corta diciendo que la pasé increíble, me quedo corta diciendo todo lo que acabo de decir y me quedo corta también si digo como consejo “escuchen The Wall”. Quizás nos vendría bien a todos escuchar un poquito más de Pink Floyd, no sé de una persona que conozca a fondo su música y no le guste. Pero para mayor entendimiento de lo que acabo de escribir, recomiendo no solo la película basada en el cd (que al ser conceptual ya de por sí cuenta una historia) sino que también recomiendo el siguiente blog, al cual caí de casualidad y me quedé internada leyendo un viernes a la noche: www.thewallanalysis.com 
Si ya conocen el cd, si ya fueron al recital, y/o si ya vieron la película, entren al link que no los va a decepcionar. El hombre que lo escribió tiene un título en literatura. Sabe, y se nota. 
Y para los que no saben de qué hablo y lo que se les viene a la cabeza cuando les digo Pink Floyd es “we dont need no education” y no más que eso… les recomiendo que escuchen un poco su música, pero en serio. Cuesta entenderla, porque es diferente a lo de hoy en día, pero una vez que la incorporamos, es imposible sacársela de la cabeza. 

15.10.12

Pequeñas enseñanzas

¿Acaso alguien entiende lo que es el dolor si no se vive en carne propia? Durante mucho tiempo se levantó todas las mañanas con un malestar en el centro de su ser que no la dejaba respirar en paz, que le permitía solo regalar sonrisas a medias y que la hacia dudar de todo y de todos.
Así vivió mucho tiempo, entre la tristeza y el odio, como en una epifanía en la que se desdibujan la realidad de los sueños. Todo lo que le estaba pasando era como un gran sueño, en donde las personas que la rodeaban no tenían rostro y lo que pasaba nunca era del todo entendible.
Era algo constante. Todos los días abría los ojos con dolor, con la ilusión de que el sol se asomara un poquito más en su vida, y con la esperanza de que alguna mañana lo iba a conseguir. Pero muchas noches llegaron, y su corazón seguía inquieto, en pena, silencioso.
Tal vez sea cierto eso que dicen de que “un clavo saca otro clavo”, pero no fue el caso. Hizo las paces consigo misma cuando por fin pudo separar lo que sentía de lo que no quería sentir, lo que pensaba de lo que realmente pasaba a su alrededor. No fue mágico, no se levantó una mañana de sol brillante y se dio cuenta que todo era parte del pasado. Aun hoy abre los ojos y teme por su corazón- ahora frágil y temeroso- pero lo hace con valentía y con ganas de enfrentarse a lo que le pongan ante ella. No por nada su incentivo era el verse a sí misma fuerte otra vez, regalando sonrisas de oreja a oreja, respirando en paz, siendo libre y estando segura de sus decisiones. “Recordar es fácil para quien tiene memoria; olvidar es difícil para quien tiene corazón”*. Ella no olvidó. Lo que hizo fue aprender.




*Gabriel García Márquez

14.10.12

Juegos Incompletos


Qué bien que se siente, dejarte con las ganas. Estirar la cuerda hasta que no de más y cuando esté por romperse, que sea tu lado el que vuelve hacia el mío.
Qué bien que se siente, cuando ser orgullosa me sale bien. Es como si una mínima dosis de éxito corriera por mis venas, como si una conciencia superior me susurrara al oído: “Felicitaciones, lo hiciste otra vez”.
Es adictivo, es un juego que no puedo dejar de jugar, porque cada vez que venís a mí me sonrío a mi misma por haber aguantado el tiempo necesario sin buscarte yo primero.
Me enseñan que ser orgullosa está muy mal, pero yo prefiero seguir como estoy… simplemente para jugar a estos juegos y para poder respirar tranquila y descansar mis músculos cada vez que los gano.

1.10.12

Santa Historia


Me acuerdo como si fuera ayer de esa noche en la costa uruguaya en que hice una de las tantas preguntas que cambiaría mi vida. En aquel entonces tenía trece años, sabía poco y nada sobre la realidad que me rodeaba, y menos aún sobre el pasado que a todos nos persigue y que- tarde o temprano- nos alcanza.
Iba caminando con una amiga y con mi abuela, y no sé de qué hablábamos antes; solo recuerdo que pregunté: “-¿Qué fue la dictadura militar? ¿Por qué la gente habla siempre del tema?”. Y desde ese momento que mi cabeza repite una y otra vez el momento en que pasábamos por una heladería y mi abuela intentaba explicar, nerviosa, las causas y consecuencias de un período tan oscuro en la historia de nuestra querida Argentina. Las palabras se me entremezclan, y no logro recordar si las ideas que tengo sobre ese momento son realmente de ese momento, o si son detalles que le fui agregando yo por mi cuenta, ya de más grande. Lo que no me olvido es la voluntad de mi abuela por darme un punto de vista neutral. Dijo “ambos lados tuvieron la culpa, ninguno está exento de ella”. Mientras mi amiga hacía preguntas, yo trataba de entender cómo es posible que en un episodio semejante no hubiera un culpable. 
Ahora, quizás, con unos años más encima y muchas conversaciones al respecto con todo tipo de personas, llegué a la conclusión de que en la Argentina las cosas nunca son tan simples como asignar a un culpable y terminar con él. En un país como este, la historia es un entramado eterno de causas y efectos, una red de relaciones de poder y falta de él, un laberinto de anécdotas que hacen- o no- al imaginario colectivo de la sociedad en la que vivimos. Si la historia es difícil de entender, lo es aún más en un lugar como este. 
Quizás los argentinos estamos obsesionados con ella porque nos resulta indescifrable. Quizás soñamos con encontrar la clave que nos haga entender nuestro presente. En esa búsqueda nos encontramos a nosotros mismos, y es por eso que aunque nunca lleguemos a esa clave, el intento nunca será en vano.