14.7.13

El colegio

Volver. Caminar por sus pasillos otra vez, sentir el eco de un edificio que no fue hecho para gritar.

Ir al patio, ver las paredes despintadas de los edificios adyacentes, las ventanitas que se asoman desde el otro lado, esas que se llenan de flores de papel en primavera.

Poder ir de un lugar a otro sin tener que pedir permiso. Pasar por entre las clases en horario de clases y asomarse a ver quién está adentro.


Que suene el timbre y sentir un motor interno sacudirse: somos el mejor ejemplo en la teoría de Pavlov.


Querer encontrar la biblioteca, pero la mudaron a otro piso. Notar en las caras una expresión de confusión cuando te ven. Son los segundos que tardan en reconocerte.

Resulta increíble pensar que una inmensa parte de nuestras vida las vivimos ahí adentro. Parece solo el principio, pero más bien es el origen. Y parece anecdótico, pero es definitivo.

Estar ahí cuando era mi momento se sentía bien. Era mi dominio, el lugar en donde yo tenía el control- aunque tuviera que seguir reglas muy estrictas.

Ahora estoy en la vida real, y vuelvo al colegio para sentirme una intrusa. Esas paredes ya no me pertenecen, esas clases tampoco, ni esas escaleras, ni la capilla, ni el salón de actos, ni los baños ni el bar ni el banco en el que escribí con liquid paper alguna vez. Nada, absolutamente nada es mío ni me corresponde.

No es mi lugar, y aunque me reciben como siempre hay algo que cambió. Parece que fue hace siglos. Ya no soy parte.

Pero por una vez, me siento bien quedándome afuera. Está bueno no sentirme parte.

Quizás, porque al verme tan lejos de esa realidad me doy cuenta de lo mucho que crecí.

4.7.13

Mentiras que son verdad

Lo veo en pasado y desde afuera. Con cada segundo me duele más la panza: tengo miedo. Me hago ilusiones por no querer hacerme ilusiones y al final, el cerebro me termina jugando en contra.

Es como antes. Mejor que antes. Mejor que lo que fue siempre. Afuera escucho gente gritando, pero en realidad no importa nada. Solo lo inmediato.

Me divierto y siento que la estoy pasando bien pero al mismo tiempo sufro, porque sé que voy a llegar a mi casa, me voy a tirar en la cama y voy a llorar por lo que pudo haber pasado pero que no pasó. Este es un cuento que parece no tener final.

Estoy ahí, casi que lo puedo tocar con las manos pero se desvanece en unos segundos. Es previsible pero yo soy débil.

Llego a mi casa triste y cansada, porque la historia se repite, porque quizás nunca pase lo que quiero que pase, porque hay algo que nos nubla la vista y nos hace repetir a todos una serie de mentiras dichas a la fuerza. Mentiras que por inercia ahora creemos como verdades.

Esto que me pasa es una desgracia de la que no puedo ni quiero escapar.


Es un problema sin respuesta, porque volvería a mi casa triste y cansada todas las noches que me quedan de vida, solo con tal de tener estos instantes sagrados.