13.6.14

Aparecé

Miro el punto exacto en el mapa
Quizás, en una de esas,
Apareces. 

En mi mente, todo se ve claro. 
Después pruebo cerrar los ojos
Quizás, sí lo hago con suficiente fuerza,
Apareces. 

En otra vida, el destino no fue tan cruel.
Ahora, se tiraron los dados y salió cualquier cosa.

Vos y yo
No nos tendríamos que haber conocido.

Vos y yo
No significa nada.

Vos y yo
Somos piedras en erosión.
Barras de hielo en verano.
Cajitas musicales a cuerda.

Un niño con tarea de matemática 
Que hace sumas restas y divisiones
Pero no le dan los resultados.

Una vieja de barrio
Sin compras del supermercado
Porque no llega a fin de mes. 
Eso somos. 

Vos 
Tan perfecto en mis recuerdos

Y yo
Un tren que no para en tu estación. 

7.6.14

Algo resplandece en silencio

Solo tengo dos recuerdos previos a este libro: primero, mi abuela leyéndomelo al pie de mi cama, y los dibujos de una boa abierta y una cerrada. Dos: un acto de colegio, yo disfrazada con una capa azul con estrellas en los hombros, tratando de recordar la letra en francés, y entrar en pánico porque la maestra me tenía que soplar desde atrás del telón. Lo esencial es invisible a los ojos, me dijo el zorro, repetí yo, en escena. Y seguí repitiendo hasta este día, en que volví a leer El Principito y fue como si un túnel luminoso se abriera frente a mis ojos.

Este es, para mí, el paisaje más bello y más triste del mundo. Es un paisaje distinto cada vez, pero en el fondo siempre es el mismo. Estoy tirada en una cama, un sillón, un asiento de transporte público y una lágrima se me escapa sin que llegue siquiera a pestañar.  

Solo se ve bien con el corazón. Aquel zorro tenía razón: también es la única forma de sentir lo que leemos. Hay que dejar el alma con cada lectura y con cada página. Leer por el placer de leer, no para coleccionar títulos en nuestra lista de leídos. Empieza por dejar que tu corazón te ilumine una tapa, un nombre, un autor. Uno no busca a los libros, los libros lo encuentran a uno. Me compro muchos y los tengo apilados en mi biblioteca, al alcance de mi mano, para que el día que me llamen sean unos pocos pasos los que nos separen. Como dijo un grande: Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar, para hacer que una mujer permanezca en una casa que arde. 

El tiempo que tú perdiste por tu rosa es lo que hace que tu rosa sea tan importante. Eso es lo esencial, eso tenemos que entender y así calmar nuestras penas. De alguna manera, me reconforta pensarlo así. Y como dijo otro grande, el silencio no es tiempo perdido.

Gracias, Antoine de Sainte Exupéry, porque gracias a vos en mi cabeza habrá por siempre un niño que no responde cuando se le pregunta, de la misma forma que el universo permanece callado cuando le pedimos respuestas; y que al mismo tiempo hace preguntas incesantemente, igual que mi cabeza.

Hoy domestiqué otro libro. Creé un lazo con él y ahora los niños de cabellos de oro idénticos a mi hermanito son aún más agradables que antes.

Se me ocurre que quizás sea hora de volver a casa, tal como El Principito volvió a su planeta. Tengo que deshollinar mis volcanes, tengo que cuidar de mi rosa, y mirar una infinidad de atardeceres. En realidad, desde que me fui que estoy preparando mi corazón para volver. Me fui con miedo de que las cosas cambien, pero en el fondo, les cuento un secreto: quiero volver y que las cosas hayan cambiado. Me voy a las cuatro de la tarde, y hoy son las tres. Ya comienzo a ser feliz.