29.2.12

El rayado siempre fue el más rayado

“Es sabido que el Rayado siempre sale último en las Olimpíadas, pero este año les vamos a probar lo contrario a todos”. Los chicos del equipo nos miraban a los capitanes con un dejo de timidez; los más grandes con bastante vergüenza. 
Estas olimpíadas fueron un antes y un después. Recién ahora puedo entender a personas que cada año esperan a este gran evento. Yo sabía que eran importantes, pero simplemente iba por compromiso social, porque había gente conocida y porque me divertía ver los juegos. Ahora entiendo lo que es disfrutar del deporte. Más allá de la satisfacción de ganar o la tristeza de perder, un equipo crea compañerismo mutuo entre cada uno de los que lo forman. 
Los niños son transparentes, son puros, y te aman o te odian. Y se nota. A nosotros nos amaron y lo demostraban con cada gesto, con cada palabra sutil o comentario que creían que nosotros no escuchábamos. Fue un honor hacer sentir orgullosos a los integrantes del equipo. Desde cada festejo con cada victoria o derrota, hasta con los “bautismos” a los integrantes del equipo mojándolos de pies a cabeza. Hace mucho que no era una niña otra vez. Hace mucho que no me dejaba llevar tanto por querer divertirme. Hace mucho que no era tan feliz. 
Con cada juego mi amor por el equipo iba creciendo, y mi cariño por los chicos del equipo se hacía más grande. Desde los que venían y me abrazaban cada vez que ganaban algo, hasta los que aplaudían callados desde un costado con orgullo puro en el rostro, tratando de ocultar su felicidad. Hacia el final, en la cinchada, el juego más importante por ser el último y asimismo el más representativo del espíritu de las Olimpíadas, ya no podía contener la emoción. Haber ganado ese juego y salido primeros de entre 16 equipos tirando de la soga es un claro reflejo de lo que se creó como grupo humano en el curso de esas 48 horas. 
Me quedo con las caras de cada uno de los integrantes del equipo, con sus risas y sonrisas, con sus abrazos y con sus comentarios de por qué no habíamos ganado nosotros el premio a los mejores capitanes. Hacer felices a los demás trae más felicidad propia de lo que es posible imaginarse. 
Definitivamente les probamos lo contario a todos, salimos 4tos. Con medalla y todo, ¿qué tal? Pero lo que más me llena el alma es haber compartido esta experiencia con las personas que quiero, mis amigos de toda la vida. Haber salido con tan buen puesto no fue más que un bonus por lo bien que la pasamos. Tenemos un grupo de amigos excelente, somos diferentes y en el mejor sentido posible se lo mostramos a todos. No nos interesa lo que piensa el resto, simplemente buscamos divertirnos y divertir a los demás. Había otros 15 equipos con bombos, redoblantes y petardos, pero ninguno nos pudo callar en ningún momento. El ruido que hacíamos era más que el que se escuchaba con los oídos. Era la amistad que perdura, el compañerismo encarnado, y más que nada, el orgullo de ser fatimenses.