27.6.11

Waiting for God.

Siempre tenemos un motor encendido en el fondo de nuestras almas que nos impulsa a seguir adelante. Ante las adversidades, ante el dolor y ante el trabajo duro, siempre existe en contraposición un objetivo a alcanzar.
El mio comienza el día 16 de julio, cuando vea el amanecer por entre las palmeras y sienta ese calor que te pega la ropa a la piel. Es ese calor que te hace odiar pero amar el verano. Después, espero el momento en que piso la alfombra mullida, me arrastro hasta la cama, y agradezco por finalmente estar ahí.
Pasados los primeros momentos, llega lo mejor: caminar por ese suelo resbaladizo, que la arena se me meta por entre los dedos, quemarme un poco hasta llegar al agua, y finalmente refrescarme con ese mar de temperatura del cielo, que no congela ni quema, pero refresca. Entonces cerrar los ojos, que el viento me corra por la cara y me despeine toda, sentir el olor a mar, el olor a algas marinas que tanto asco me da pero que parece decirme "sí, finalmente estas aca", y que entonces por unos instantes agradezco estar oliendo. Tocar el agua con las manos, para comprobar esa temperatura perfecta. Y caminar, escapar de la llegada del agua a la orilla, o de repente meterme un poco más y que el agua me salpique toda, me salpique hasta las rodillas y me moje toda la ropa. Reírme, reírme de todo lo que me rodea. 
Esos son los momentos en los que pienso que la naturaleza es la prueba viviente de la existencia de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario