Mi problema, entre otros, es que veo al mundo emocionalmente pero me manejo prácticamente. No concuerda lo que siento con lo que hago. Sigo normas solamente porque me fueron impuestas, respondo cosas que la gente espera que responda, me ato a leyes preestablecidas.
Pero por suerte, de vez en cuando, soy una mujer que se muestra tal cual es, sin rastros de aquella capa protectora que los demás creen y quieren ver constantemente. Y así, me convierto en una de las pocas personas, que, por ejemplo, se cruza con una bolsa de consorcio en el medio de la calle y en lugar de pensar en la contaminación del medioambiente, se imagina la escena de un crimen siendo esa bolsa el lugar donde se esconde el cadáver exquisito. Y así, también, soy una de las pocas personas que ve humanos en la gente, no solamente caras. Me imagino en qué están pensando, si están felices o tristes, y aún mas: qué les pasó, porqué tienen esa cara. Vivo de las historias. Sin ellas, no sería nadie. Mi vida es una historia, cada capítulo lo cierro cuando tengo ganas. Hay subtítulos y capítulos y tomos y libros. La historia de mi vida. ¿Qué haría, por ejemplo, si no pudiera creer que soy protagonista de una novela? Yo soy mi propia protagonista, yo le pongo ese matiz al personaje. Ese matiz que el crítico después juzga por la intensidad, la superficialidad, o la exageración.
Y sin embargo, sólo soy quien soy cuando estoy sola. Solo yo sé mas o menos quién soy y quién quiero ser, los demás nunca van a poder verlo, porque en cuanto me ven, vuelven a esperar que siga las normas que me fueron impuestas, que responda lo que ellos quieren, que me ate a normas preestablecidas…
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