28.12.10

Mi espíritu y yo en una aventura nocturna

Todavía me acuerdo de ese fin de semana con lujo de detalles. Es uno de esos recuerdos que guardo con candado en el desván en mi cabeza. Teníamos trece años y nos creíamos invencibles. Para nosotras todo era posible, todo giraba a nuestro alrededor. Actuabamos por diversión, sin importar las consecuencias. Creíamos que eramos diferentes del resto. A veces en algunos aspectos aún lo somos. Nos gustaba pensar que estabamos locas y que la gente nos miraba raro. Ya era parte de una tradición-casi un ritual-ir al Ombú, country de mis abuelos maternos, a hacer locuras.
Había ciertas pantuflas que nos causaban gracia. Una era con naranja y la otra violeta. Tenían forma de gnomos. Cara de gnomos. Nariz gordita, y pelos parados. Debido a la insaciable costumbre de mi perro de romper peluches (en este caso pantuflas parecidas a peluches) el gnomo de pelo violeta desapareció sin explicación aparente, y su hermano de pelo naranja cayó en nuestras manos, sucio, y con un olor insoportable, casi tóxico. No nos ibamos a quedar de brazos cruzados teniendo semejante reliquia en nuestro poder. Por eso con un poco de inspiración y la ayuda de Fanny Hill, armamos en el medio de la calle, nada más y nada menos, que un santuario. Un círculo hecho con hojas secas, bellotas, ramas, flores y hojas verdes rodeando a su Dios: la pantufla. Pero no tenia mucho sentido dejar eso como estaba sin dar explicaciones y aca fue cuando llamamos a Fanny; que nos dio LA idea: así entonces también pegamos un papel, manchado con Ketchup para simular sangre, en el cual se leía: “El muñeco diabólico descendió de los infiernos para fajar a quien se atreva a desatar su ira. El castigo será sangre propia”.
Trece años. Trece. Lo más gracioso de todo es que no fue hasta el año pasado que no nos dimos cuenta que alguien no puede bajar de los infiernos, sino subir.
En fin, terminada nuestra obra maestra vimos llegar a un guardia de seguridad, y muertas de miedo, nos escondimos adentro del auto. La cara de desconcierto del pobre hombre, no me la olvido mas. No sé que habrá pensado; probablemente creyó que alguien en el country pertenecia a una secta y alababa a su superior en la vía publica… no sé. La verdad es que teníamos bastante miedo y en el momento que sacó su walkie-talkie y empezó a mirar mas detenidamente a muestra pantufla adorada, nos congelamos. No supimos que hacer por un rato, hasat que con ese mínimo porcentaje de madurez que teníamos, salimos del auto y nos acercamos al lugar de los hechos. No me acuerdo qué nos preguntó, ni que le contestamos… pero creyó que estabamos decorando la calle porque eramos buenas chicas…medio macabra la decoración, pero lo importante es que se fue. Y nos quedamos tranquilas.
Habiendo terminado nuestro primer episodio, nos aburrimos y quisimos ir a dar una vuelta en bicicleta. Acá es cuando el universo se copió de nosotras y empezó a portarse raro, muy raro… En un canasto de basura, vimos una llamita de fuego, y a medida que nos acercabamos, el fuego crecía cada vez más, de tal forma que cuando estuvimos a medio metro, había un incendio en el tacho de basura. Ahora, tomando rol de justicieras o algo por el estilo, pedaleamos lo más rapido que pudimos hasta casa a avisarles a mis abuelos, que para colmo no nos creyeron y nos dijeron que ya se iba a apagar. Entonces volvimos a ver si el asunto se ponía grave. Cuando llegamos al lugar, habiendo pasado un lapso de sólo 10 minutos desde que habíamos visto el fuego por primera vez, nos dimos cuenta que había cenizas extinguidas. Se había apagado. Bueno, volvimos. Nuestro trabajo estaba hecho. Fuimos a visitar a la pantufla. Después de un ratp de charlar por ahí, decidimos ir adentro. 20 minutos más tarde, se cortó la luz del farol que coincidía con el lugar del santuario. Acto seguido llegó una camioneta. Se bajaron dos pibes grandes. Miraron un poco, se subieron otra vez al auto, y se fueron. Y en cuanto el auto hubo desaparecido, se hizo la luz. Definitivamente el universo conspiraba. En contra nuestro? A favor nuestro? No sé…ahora todo tiene más sentido, pero en ese momento, estaba alineado de tal manera que creimos que todo giraba a nuestro alrededor-literalmente.
Con María Pía Herlein pasé los momentos mas bizarros de mi existencia, hice las cosas mas locas e impensadas. Cortamos una rana con tenedor y cuchillo, nos hicimos pis encima de la risa después de romper una lampara, escribimos un misterioso “S.O.S” en el medio del asfalto, destruimos el orden del cuarto de una empleada doméstica, matamos avisapas con brazitos de bebes para nadar, y hasta tiramos ácido e una obra en contrucción, deteriorando todo el piso; pero de todo eso que viví con ella, esa noche-aquel fin de semana- es el que más merecido se lleva el candado de oro en mi memoria.

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