Fue una situación bastante rara, de esas que pasan en las películas pero nunca en la vida real, pero que cuando pasan en la vida real decís “ah, fue re de película”. Creo que se podría considerar que el eje sobre el que giró fue el tiempo, al igual que un reloj mismo. De hecho, fue aquel objeto el que inició todo en ese día jueves.
Estábamos en clase de filosofía, hablábamos de los retóricos y los filósofos. Temas que si un profesor no sabe explicar resultan como perfectos somníferos. En esas clases aburridas mirábamos el reloj esperando a que se adelantara el tiempo, o a que ocurriera algún milagro. Había dos formas de hacer la invocación: mirar persistentemente fijando la vista en el reloj durante las dos horas de clase, o simplemente echarle vistazos periódicos confiando en que las agujas se moverían más rápido cuando apartáramos la cabeza de esa dirección.
La cuestión es que ese día, por algún motivo que desconocemos, las agujas sí atendieron a nuestras plegarias, pero como si hubiera sido por mero capricho suyo, en lugar de adelantar el tiempo, lo retrasaron. El segundero comenzó a moverse hacia la izquierda en vez de hacia la derecha, y no pasaron dos minutos hasta que alguien se dio cuenta y lo gritó en voz alta.
Silencio sepulcral.
Y después de eso vino el nerviosismo escéptico de algunas, que creían que era un signo de mal augurio; la risa de algunas otras, y el desconcierto absoluto, como el mío. La realidad es que había visto a relojes quedarse sin pilas, pero generalmente cuando lo hacen las agujas se quedan inmóviles hasta que se cambia la fuente de energía. Nunca había estado en presencia de un objeto que reaccionara con tanta rebeldía frente a su destino agonizante.
Aparentemente el profesor estaba igual de sorprendido que nosotras, porque sentado en su silla, no hacía mas que observar las reacciones de todas, y se reía. No nos calló ni retó cuando empezamos a inventar teorías. Las más populares terminaron siendo que el reloj se movía en sentido contrario a su esencia porque teníamos tiempo hasta que fueran las 12 para salvar al mundo; que en realidad era una premonición de que esto era el comienzo del fin del mundo, o que estábamos yendo al pasado para modificar algo que habíamos hecho mal. Nos imaginamos que cuando sonara el timbre del recreo íbamos a salir y en la calle iban a haber personas andando en carreta, caballos por todas partes, y en las clases de al lado estarían algunas de nuestras mamas, ex alumnas del colegio. Alguna hasta se animó a decir que el reloj era gay, porque iba para atrás...
La imaginación en esa clase era bastante frondosa y durante ese momento la desarrollamos como nunca, imaginamos qué haríamos, o qué podríamos cambiar en el mundo de hoy en día. Nuestros cuerpos se movían impacientemente sobre las sillas, como queriendo liberarse, y con cada segundo que pasaba en reverso, nuestras ganas de tomar acción se apoderaban de nosotras.
Unos instantes después sonó el timbre del recreo.
Entonces unas se quedaron durmiendo al fondo de la clase. El profesor se despidió y se fue. Otras se levantaron y se fueron a dar vueltas por los pasillos. Yo me quedé sentada en mi silla mirando al vacío… pensando.
No se había terminado el mundo. Simplemente había sido una falla en el sistema de relojería. Qué mas da, pensé, definitivamente hay que pedir que compren pilas nuevas.
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