“Es complicado explicar con palabras lo que el poder de una mirada puede causar. Tal vez sea la intensidad que corre en el aire en el momento en que se conectan dos pares de ojos, o tal vez sea simplemente una ilusión óptica para aquellos soñadores que quieren creer en el poder de lo invisible. Sólo se puede dar una afirmación con certeza: una mirada puede seguir hablando durante años, aunque tan solo haya durado unos pocos segundos.”
Él lo sabía muy bien, al leer eso volvió a afirmarlo; ya que entendía perfectamente el arte de mirar con intensidad. Estaba convencido- y lo había comprobado miles de veces- que podía cambiar todo con sus ojos. Era un tanto ermitaño, no acostumbraba a juntarse con la gente, y por eso sus amigos lo reprochaban; además tenía intereses poco usuales y pensaba de una forma distinta, era como si su forma de ver el mundo fuera tan única que nunca nadie podría entenderlo. De hecho así lo era, cuando se sumía tanto en sus pensamientos no se daba cuenta y muchas veces le había pasado que se encontraba a si mismo diciendo incoherencias en voz alta, mientras que los que se encontraban a su alrededor lo miraban un tanto desconcertados. De todas formas, Él no los culpaba, tenía bien en claro que era diferente. Aquella noche salió de su casa y se juntó con la multitud solamente por tener una excusa para verla.
Ella en cambio, vivía sumida en su propio mundo, observaba lo que ocurría a su alrededor pero sin realmente mirar. Muchos subestimaban su inteligencia, a veces Ella misma también lo hacía. Estaba acostumbrada a que los demás tuvieran una imagen falsa de ella, como si un escudo de acero la cubriera para que el resto no penetrara en el interior de su alma, que era frágil y pura. Aquella noche salió de su casa y se juntó con la multitud solamente porque sus amigas la obligaron.
Era una de esas noches de marzo en las que todavía hace calor pero corre una brisa fría que te pone la piel de gallina. Había mucha gente y muchas luces y mucho ruido, suficientes como para confundir a cualquiera que anduviera perdido. Él llegó con los amigos y apenas pudo se escapó a un costado, a mirar por el balcón de esa terraza enorme en aquel piso altísimo. La vista era realmente imponente, daba vértigo de sólo mirar hacía abajo y daba lo mejor de la ciudad con sólo mirar hacia el frente. Su mente andaba perdida por entre las luces desparejas de los edificios- veía cómo algunas se apagaban y otras se prendían- hasta que la vio pasar y en ese instante supo que Ella también lo miraba. Le dio una puntada en el medio del pecho, dolía demasiado. A Ella le dio rabia verlo, y frunció el ceño en señal de reproche- sin embargo también sintió que le clavaban algo entre las costillas.
De a poco fue pasando la noche y cada tanto se cruzaban y volvía a ocurrir lo que al principio. Él la encontró varias veces observándolo, con los ojos medio perdidos, y tristes. Ella le lanzaba miradas fugaces, esperando que Él no se diera cuenta.
Finalmente llegó la hora de irse y todo comenzó a moverse en cámara lenta: Ella pasó por al lado de Él y un instante pareció durar una eternidad. “Es ahora o nunca, tiene que pasar algo”. Pero estaba equivocado. De repente el tiempo empezó a moverse el doble de rápido que antes, y en menos de un segundo Ella había desaparecido, dejando tras de si un hálito perfumado…
¿Qué había pasado esta vez? Justo cuando parecía que todo iba a volver a la normalidad, que la conexión de miradas iba a solucionar todo, Ella se había ido y con eso lo único que se explicaba era que todo había llegado a su fin.
Quizás las miradas no dicen mas de mil palabras. Tal vez sean las palabras, las que nos hacen creer que algo tan trivial como mirar fijo a alguien puede curar lo incurable.
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