30.9.14

Sobre talentos y valentía

Lo más lindo de escribir no es escribir.

Soy un homo-typographicus, nací para esto y moriré por esto.

La esencia está en el movimiento del alma; en lo que produce dentro de nosotros la coreografía de dedos danzantes sobre el teclado, o el ballet delicado de manos expulsando fluidos sobre el papel.

Escribir no es tal verbo; escribir es un estallido de confeti interior, un gerundio perpetuo de estar-siendo-feliz-y-cagándose-en su uso-incorrecto.

Y la importancia no reside en el orgasmo auditivo; el valor está en el ímpetu espiritual.

No interesa que esté bien articulado, o que esté bien redactado. El precio incalculable de un escrito viene dado a priori: porque nace de un corazón formado de historias, lágrimas y latidos.

 Poner en palabras una realidad interna que nos sacude, que nos desvela por las noches y nos ayuda a despertarnos por las mañanas, es un don. No nos concierne la forma: lo que siempre nos debe llegar es el contenido.


Escribir es un acto de valentía más que un acto de comunicación, y simplemente por eso debería ser precioso a los ojos de todos.

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