Sin embargo, hoy, por algún motivo que desconozco, decidí ser yo la que inspeccionaba a quienes iban en los autos. Y me di cuenta que nadie me mira. Vaya desilusión me llevé- o no- al darme cuenta que nadie me prestaba atención. De todas maneras, no sé que creer; porque por un lado ¿a quién no le gusta ser el centro de la atención aunque sea unos instantes tan efímeros como el de cruzar una calle (o en todo caso una avenida)? Pero después, es todo un alivio saber que soy libre de cruzar la calle como yo tenga ganas, sin las miradas juiciosas de la gente.
Entonces. Mi reflexión no lleva a ningún lado, como suele hacerlo. A partir de ahora voy a caminar por la calle en libertad como ser humano que soy. Y que nadie se atreva a mirarme mientras cruzo por la senda peatonal.
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