12.9.15

Nox

Dormir profundamente es un placer que desconoce. Nadie le explicó que estar quieto también es estar vivo. Llega a su monoambiente después de semanas, consume el olor a encierro y levanta las persianas, por donde entra una brisa que le enfría los cachetes, pero solo la parte de arriba. Le da oxígeno a esa pecera en donde se mueve solo unos días al año. 

Se acuesta en su cama, se tapa, mira el techo con manchas negras de humedad y suspira. En su cabeza está el traqueteo monótono de los andenes contra las vías, incesante. Con cada imperfección en la ruta él abre los ojos, y vuelve a ver el moho. En ese camino al inconsciente su cuerpo da saltitos, al ritmo de ese tren arrítmico que se volvió su hogar. 

Está en un limbo entre la vida y los sueños. La vida, y los sueños. Le gusta contraponerlos a ambos como si fueran enemigos, y repetirlo una y otra vez hasta relajar sus músculos. Su existencia está cortada en dos. Andar/ / / / / / / estar quieto. La vida/ / / / / / /  los sueños.

Se acostumbró a estar alerta, a descansar poco y rápido, a no dejar que su vista se fije demasiado en un mismo lugar, porque ahí es cuando los párpados empiezan a mecerse y acariciarlo con tanta suavidad que de un momento a otro está dormido y ni siquiera se entera. Para él, soñar bien podría ser morir. Técnicamente, no le queda otra que convertir en rival a ese verbo sórdido.

Cuando ya está navegando en ese intermedio, las sombras de su cuarto se distorsionan, los ruidos de la calle se desdibujan, y en su cabeza suena música clásica de la más fina. Siente en todo su cuerpo una seda invisible que lo roza. Se acomoda en posición fetal, alguien lo abraza entero con ternura, lo contiene, le sostiene los bordes del cuerpo así nada se escapa de su ser, así todos sus anhelos quedan guardados y protegidos. Nada puede pasar si descansa como en el vientre materno, si el agua que lo trajo a la Tierra le da aire, y también fuego. 

El traqueteo incesante se filtra por debajo de los violines y el piano, es un ruido blanco que lo hace roncar con armonía. Escucha su propio respiro brusco y se agita. Es como el acorde de un violonchelo despiadado que entra sin permiso, y se levanta de un salto con sus ronquidos. Quiere morir en sueños solo por soñar, pero tiene miedo de no volver a la vida. Está en un limbo en cada segundo, a toda hora, todos los días, sufre uno y sufre el otro, disfruta uno porque no es el otro, pero no puede decidirse por ninguno. Solo en fantasías inaccesibles sabe que hay algo que le permitirá conciliar a ambos, pero no lo puede poner en palabras.

Mira el reloj, son las 4.30 am. A las 6 tiene que estar en la estación. Suspira. Ya es tarde para todo, menos para cambiarse e irse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario