15.10.12

Pequeñas enseñanzas

¿Acaso alguien entiende lo que es el dolor si no se vive en carne propia? Durante mucho tiempo se levantó todas las mañanas con un malestar en el centro de su ser que no la dejaba respirar en paz, que le permitía solo regalar sonrisas a medias y que la hacia dudar de todo y de todos.
Así vivió mucho tiempo, entre la tristeza y el odio, como en una epifanía en la que se desdibujan la realidad de los sueños. Todo lo que le estaba pasando era como un gran sueño, en donde las personas que la rodeaban no tenían rostro y lo que pasaba nunca era del todo entendible.
Era algo constante. Todos los días abría los ojos con dolor, con la ilusión de que el sol se asomara un poquito más en su vida, y con la esperanza de que alguna mañana lo iba a conseguir. Pero muchas noches llegaron, y su corazón seguía inquieto, en pena, silencioso.
Tal vez sea cierto eso que dicen de que “un clavo saca otro clavo”, pero no fue el caso. Hizo las paces consigo misma cuando por fin pudo separar lo que sentía de lo que no quería sentir, lo que pensaba de lo que realmente pasaba a su alrededor. No fue mágico, no se levantó una mañana de sol brillante y se dio cuenta que todo era parte del pasado. Aun hoy abre los ojos y teme por su corazón- ahora frágil y temeroso- pero lo hace con valentía y con ganas de enfrentarse a lo que le pongan ante ella. No por nada su incentivo era el verse a sí misma fuerte otra vez, regalando sonrisas de oreja a oreja, respirando en paz, siendo libre y estando segura de sus decisiones. “Recordar es fácil para quien tiene memoria; olvidar es difícil para quien tiene corazón”*. Ella no olvidó. Lo que hizo fue aprender.




*Gabriel García Márquez

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