3.6.12

Ser comunicadora social


Ser comunicadora social es la mayor felicidad que puedo tener y al mismo tiempo la mayor carga que puedo soportar.  Me hace feliz todos los días porque veo la realidad de otra forma. Un profesor me dijo una vez que madurar es entender mejor la forma en que funciona el mundo. Es sacarse los anteojos ahumados para ver las cosas como son… o al menos como deberían ser.  Me llena y me hace sentir plena, porque leo el diario, veo la tele, escucho la radio y entiendo más por lo que callan que por lo que dicen. Me hace sentir culta, porque sé que si tuviera una comida con el primer ministro húngaro le podría contar historia de su propio país, y no por eso dejar de contarle historia del mío; porque me siento en la mesa con gente mayor y puedo seguir el ritmo de sus discusiones; porque sé un poco de economía, un poco de psicología, de publicidad, de marketing, de derecho… en fín, sé un poco de todo.  Es como tener "un océano de conocimientos, aunque sea de 1 centímetro de profundidad". Me gusta ser comunicadora social porque es estar un paso adelante. Pero es una carga. Es como una cruz que hay que soportar eternamente, es como el hombre de la caverna que vio que vivía en las sombras y después no pudo volver nunca más. Es abrir los ojos, es volver a nacer  y es entender un poquito mejor este mundo tan loco, pero no por eso tener la certeza de que lo podremos mejorar. Da impotencia, porque así como no hay nada mejor que dar ese paso adelante, es angustioso mirar para atrás y ver a todos los que se quedaron sin darlo.  Ser comunicadora social es tener esperanza. Y eso es lo que más allá de la carga que supone me hace querer seguir siéndolo todos los días con orgullo.

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