19.9.11

El futuro llegó hace rato

Hay algo fascinante en las ventanas y lo que se asoma debajo de ellas. Tal vez sea la velocidad coreográfica de los autos, o el andar cansino de los peatones… pero hay algo intrínseco entre todo ello que hace que no podamos sacar la vista. 
En las plazas pasa lo mismo, son mil y un historias que se entremezclan, que por unas horas son una sola. Una de esas era la suya, pero quién iba a saberlo, si cada persona es un mundo.
En una situación como esa, lo peor es el silencio. Ella no soportaba que hubiera hiatos en la conversación. Era casi un absurdo, que entre tantos niños y tanta vida estuviera muriendo algo tan grande. El sol apenas tocaba las piedras. 
Era más que nada observar a quienes pasaban por los costados. Inventar historias, recordar la niñez, imaginar el futuro. Cada tanto coincidían con una risa, pero la mayor parte de los minutos pasaban en silencio, cada uno ahogado en sus propios pensamientos. De cuando en cuando se les escapaban de la boca palabras sinceras, palabras que dolían de decirlas y palabras que también dolían de escucharlas. Pero ambos sabían que era para mejor. 
Y cada vez que soltaban algo, sentían que una parte de ellos se les escapaba. Entraban un poco en pánico, por miedo a no estar haciendo lo correcto. Pero después se miraban a los ojos y no se veían más. Entonces lo confirmaban. Y se les escapaba otro pedazo de su alma.
El sol llegó a las piedras y el frío de la inmovilidad amenazaba con tocarlos. Ella movía los dedos impacientemente en una percusión casi sorda, y él se rascaba las orejas. Ambos sentían y sabían lo que estaba pasando; pero era su deber permanecer por un rato en una nebulosa. Darse unos últimos instantes.
A lo lejos se escuchaban ladridos de perros y gritos de niños. 
MANOS ARRIBA. COMPAÑÍA.
-Es Piñón Fijo el verdadero?
PUÑOS CERRADOS! BRAZOS EXTENDIDOS!!!!
Se rieron juntos en silencio. 
Y CHUCHUACHUCHUACHUCHUUAUAUAUA
Era absurdo. Y sin embargo ahí estaban. Hasta que alguno se animó a levantarse. Y se fueron. Y se terminó.

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