Le tengo un poco de miedo al tiempo, pero por lo que pueda llegar a hacer con las personas. Se me vienen recuerdos a la cabeza, recuerdos de una infancia feliz y despreocupada. Despertarme a la mañana, ir a la playa, juntar caracoles, buscar pulpos, el nerviosismo de ver al hermano de mi amiga. Y mi amiga, qué amiga. Nos conocimos de la forma más aleatoria que puede existir, por una de esas casualidades de la vida; ella iba caminando y mi abuela las frenó a ella y a su mamá, yo bordó de la vergüenza porque no quería saber nada con hablar con gente desconocida. Siempre tan buena onda. Y ella que desde el principio tuvo la confianza para abrirse conmigo, y de a poco me fue ganando, porque su bondad no tiene nombre y su felicidad se le notaba en la cara, día a día. La extraño porque pensar en ella me hace acordarme de momentos lindos, momentos de una infancia que ya no puedo recuperar y que por mas que quisiera imitar, nunca podría igualar. Podría volver a las playas de Las Grutas y podría volver a ir a comer al Club Playa Serena, pero ya no sería lo mismo, porque crecimos, y porque el tiempo nos robó la inocencia.
Son sentimientos encontrados, encontradísimos; porque me gustaría revivirlo todo desde el aquí y ahora, pero me pregunto cómo sería todo, si habrá cambiado, si yo habré cambiado, si los lugares siguen iguales... se me vienen a la cabeza las desilusiones con respecto a los tamaños "me lo acordaba más grande", ir a esa casa en la esquina con ese jardín, y también acordarme de Luna, correteando por ahí teniendo tan solo unos pocos años.
Fueron cinco veranos que pasé en esas playas, y fueron cinco veranos únicos e irrepetibles- frase trillada- que quedaron guardados en el cajón de oro de mi memoria. El tiempo, sin embargo, es lo que me frena, cada día un poco más. Me alejo progresivamente de esa realidad, que ya parece un sueño.
No quiero caer en desilusiones, no quiero empezar a notar las arrugas en la piel de los que me rodean. No le tengo miedo a la muerte, pero tampoco me agrada que los que quiero o quise alguna vez se estén acercando a ella. Sergio Sinay dijo que nuestros seres queridos son préstamos que Dios nos hace en vida, que el dolor por la pérdida nunca se supera... es algo con lo que se aprende a vivir.
En este caso no hablo de muertes, pero sí de separaciones- si es que se pueden llamar pérdidas. Todavía sufro no poder pasar tiempo con mi amiga de la infancia, y por eso maldigo al tiempo. Pero así como se lleva mucho, deja un poco. Y entre eso que deja rescato los recuerdos...porque mientras que estos existan, nuestra amistad va a ser eterna. Feliz cumpleaños.
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