12.6.13

Conducta en los boliches. Parte II

El hombre empieza bien arriba porque llega con todas las pilas, con todas las sustancias posibles ingeridas en su organismo, con el autoestima por las nubes y con ganas de volverse a su casa con una mina que esté buenísima. 
La mina también llega en la misma situación, tambaleándose en sus tacos de mil centímetros y con ganas de bailar, que se le acerquen pibes así los rechaza, hasta que venga uno que le parezca adecuado. 
Se les va pasando el pedo y su confianza disminuye. Se dan cuenta que nadie les da bola y sigue bajando. 
Llega hasta un punto límite en el que se dan cuenta que solo les queda: 
Para el hombre, volver en cero o bajar los estándares.
Para la mujer, resignarse a divertirse entre amigas.
El hombre baja los estándares y ahí vuelve a la acción. Recurre a gorditas o morochitas, esas que son divertidas para contar como anécdota entre amigos. Después de lograr su objetivo se siente satisfecho. Pero más tarde, cuando el pedo se le fue completamente, se da cuenta de lo que hizo y piensa: el horror. Pero qué más da, al menos alguien le dio bola.
Lo mismo piensa la chica que se había resignado pero que al final de la noche se le acercó uno a chamuyarla: se va feliz porque alguien le dio bola.
Cuando no se dan estas circunstancias ni sus variantes, entonces hay desilusión, bronca, es un golpe bajo, más bronca, noche al pedo, soy feo/a, soy un fracaso, resaca de sábado totalmente al pedo. 
No debería ser ni tan difícil ni tan doloroso llegar a esto para sentirnos bien con nosotros mismos. 

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